3.000 inmigrantes abandonaron la localidad tras los sucesos racistas

El estudio sobre la inmigración en Almería en el año 2000, elaborado por la antropóloga Ángeles Castaño para la Consejería de Asuntos Sociales, señala que alrededor de 3.000 inmigrantes abandonaron El Ejido en los tres meses siguientes a los sucesos racistas de febrero. Los ataques protagonizados por decenas de vecinos de la localidad contra las propiedades de magrebíes y la hostilidad hacia el colectivo de extranjeros provocó la huida de numerosos inmigrantes hacia otras localidades españolas.
Este éxodo afectó especialmente a los inmigrantes que gozaban de mayor arraigo y que habían logrado reagrupar a sus familias. La salida del colectivo que podía simbolizar cierta normalización social al tratarse de familias que residían en el núcleo urbano y con hijos escolarizados revela el miedo que desató entre los magrebíes la oleada violenta del año pasado. Entre las familias que hicieron las maletas abundan las formadas por parejas mixtas, de por sí escasas en El Ejido. Tampoco ellas se libraron de los ataques. Algunas de estas parejas se han instalado en Madrid y Sevilla, y otras tienen previsto salir de El Ejido en los próximos meses.
Uno de estos matrimonios mixtos, que prefiere mantener los nombres en el anonimato, abandonó la localidad hace unos tres meses después de vender su vivienda y deshacerse de los negocios que habían sido asaltados en febrero con especial saña. Con una mezcla de amargura e ironía, el marroquí dice que 'echaron a los integrados'. Su esposa, española, pone como ejemplo simbólico del éxodo la marcha del Santo: 'Llevaba desde el año 83 y era conocido por todo el mundo. Ahora está en Barcelona'. 'Decía que los sitios donde no salen las cuentas, hay que dejarlos', apostilla su marido.
Los meses que permanecieron en El Ejido, tras los sucesos, los vivieron con gran temor. Él, un activo representante de los inmigrantes, entraba y salía de su casa a horas distintas, jamás aclaraba dónde ni cuándo se reunía el colectivo y más de una vez ha sospechado que le seguían: 'Pensaba que estaba en Kosovo o algo así'. 'Las posturas se radicalizaron después, la gente que tenía una actitud más agresiva comenzó a atreverse a llamar por teléfono para amenazar a las asociaciones', sostiene la española. Admite que hay vecinos dolidos por lo ocurrido, pero cree que, hoy por hoy, 'es imposible' que esas muestras de apoyo puedan concretarse en un acto público de solidaridad.
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