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ENFRIAMIENTO DE LA ECONOMÍA DE EE UU
Columna
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Confianza y saneamiento

La definición estadística de recesión exige al menos dos trimestres consecutivos de variación negativa en el ritmo de crecimiento del producto interior bruto. En su última comparecencia ante el Comité de Presupuestos del Senado estadounidense, el presidente del de la Reserva Federal, Alan Greenspan, trató de ahuyentar los presagios de los analistas más agoreros que vaticinaban una situación tal para aquella economía, pero admitió que la transformación de la actual desaceleración ('crecimiento muy próximo a cero en este momento') en un cuadro recesivo dependería esencialmente de la evolución de la confianza de los consumidores. Apenas iniciada la reunión de dos días del órgano ejecutivo de la Fed, el Federal Open Market Committee (FOMC), en la que se ha decidido la segunda reducción de los tipos de interés de este mes en otro medio punto, se daba a conocer una amplia revisión sobre la confianza de los americanos en la salud de su economía; desde los meses finales de 1990 no se había registrado un descenso tan pronunciado en ese indicador, en el que han debido influir de forma significativa la fuerte pérdida de riqueza derivada de los desplomes bursátiles de 1999 y los no menos inquietantes despidos de trabajadores.

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El crecimiento del PIB en el cuarto trimestre del pasado año, descendió a una tasa anual del 1,4%, la menor en más de cinco años, con el gasto en bienes de consumo duradero (automóviles, ordenadores, etcétera) y en construcción como elementos más influyentes en ese descenso. Un contraste ciertamente significativo con las tasas de crecimiento pasadas, del 2,2% del tercer trimestre y del 5,5% del segundo.

La decisión de reducir rápidamente y en una magnitud significativa el precio del dinero ha debido estar determinada igualmente por el elevado nivel de endeudamiento del sector privado y las amenazas sobre la posición de solvencia de algunas entidades financieras.

Es la otra cara de la excepcional expansión registrada por esa economía en los últimos diez años, de su mayoritaria financiación con ahorro externo, que ha hecho que el déficit financiero de empresas y familias casi triplique el ahorro generado por el Gobierno.

Al ascenso del servicio de la deuda de esos agentes, hay que añadir como agravante la pérdida de valor de algunos de los activos utilizados como garantía de esas deudas, en particular las acciones de empresas que cotizan en las bolsas.

Con esos antecedentes, no es de extrañar que analistas y operadores financieros anticiparan con un grado de consenso inusual la cuantía de la reducción en los tipos de interés de referencia que ese banco central llevó a cabo ayer; incluso los mercados de futuros cotizaban el miércoles un tipo de interés para los fondos federales del 4,75% a mediados de año. Pero si los indicadores eran premonitorios del movimiento del FOMC, no lo era menos el comunicado de este órgano tras su sorprendente decisión del día 3 y las propias palabras de su presidente en aquel testimonio ante el Senado. Suficientemente severos deben ser los riesgos que contempla el veterano Greenspan cuando en un país tan sensible a los récords él los bate por partida doble: la mayor reducción de tipos de interés en un mismo mes en diez años, tras haberlo hecho el pasado día 3, también desde hace años, sin que mediara reunión formal del FOMC.

Deberá transcurrir algún tiempo para valorar el impacto completo de esta decisión, pero ya puede afirmarse que, a diferencia de la experiencia japonesa (evocada en exceso durante las últimas semanas), el banco central estadounidense no ha esperado demasiado para tratar de recomponer lo que diez años después sigue faltando en Japón: la confianza y un nivel aceptable de saneamiento financiero de sus agentes.

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