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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Madrid abre brecha sin alardes

A medio gas, el líder golea al Zaragoza y cierra la primera vuelta con cinco puntos de ventaja sobre el segundo

Santiago Segurola

Con más contudencia que juego el Madrid dio cuenta del Zaragoza, que llegó en cuadro y no pudo aguantar el chaparrón en el segundo tiempo. Esta vez no hubo alardes, sólo la comprobación de que hay dinamita en el equipo local. Se lo tomó con una calma desesperante en la primera parte, pero no perdonó sus oportunidades tras el descanso. A medio gas, y con bastantes defectos, estuvo muchos cuerpos por encima de su rival.

Antes de que la necesidad se convirtiera en virtud, y eso ocurrió al final del primer tiempo, el Madrid se dio a la siesta. Durante un buen rato, dejó pasar de largo un partido importante para abrir distancia sobre sus perseguidores. En Valladolid ya dio algunos síntomas de acomodamiento, y frente al Zaragoza abundó en ellos. Por lo visto, el Madrid es demasiado sensible al halago. Se habló maravillas de su partido con el Oviedo, y el equipo se aburguesó de pura satisfacción.

Al Madrid le faltó fiebre ante el Zaragoza, que jugó al paso, decidido a poner sordina en el partido. Le fue bien porque no encontró demasiada resistencia. El balón circulaba de manera morosa de un lado a otro, sin que a ningún madridista se le ocurriera entrar a un rival, apretarle, obligarle a actuar precipidamente. Nadie entraba a nadie, y así se cayó en una modorra que convenía mucho más al Zaragoza que al Madrid.

También se vio un excesivo interés de los madridistas en hacerse los virgueros. En pocos días, los jugadores se han olvidado de la principal razón del éxito que alcanzaron frente al Oviedo, donde el juego era rápido y colectivo. Ayer fue lento e individualista. En ese aspecto, Figo tuvo mucho que ver. Es evidente su enorme peso en el equipo, y nadie sensato se atrevería a discutir su categoría como jugador, pero Figo estuvo demasiado pendiente de ganar el partido por su cuenta. Terminó emboscado en varias jugadas imposibles, con regates de todos los colores, desactivados siempre por los defensas rivales. En la medida de su empeño en buscar la superjugada, Figo fue alejando a su equipo del partido. Muy pronto, todo el mundo quiso hacer de Figo.

Sólo al final del primer tiempo se observó algún progreso en el juego del Madrid. La pelota circuló con más rapidez, por los costados, suficiente para provocar la alarma en la defensa del Zaragoza, que hasta entonces apenas estaba exigida. Helguera, que había pasado desapercibido, comenzó a asomarse cerca del área rival, suficiente para cambiar el signo del partido.

El cambio decisivo se produjo en el comienzo del segundo tiempo. Figo, por fin en la banda derecha, concentró a dos defensas frente a él y retrasó hacia Míchel Salgado, que se encontró sin oposición al borde del área. El tiro estaba cantado. Lanzó con la izquierda, sin demasiada violencia, pero Paco la desvió a la red. Fue una noticia fatal para el Zaragoza, atacado por las lesiones y sin delanteros de verdad. Sus posibilidades de marcar habían sido escasas durante todo el partido. Nunca pareció preparado para remontar el resultado, y menos aún después del excelente gol de Raúl, precedido por un exquisito pase a un toque de McManaman, que volvió a acreditar los méritos de su titularidad. Ahora mismo hay un mundo entre su juego optimista y la pesadumbre que se aprecia en Savio.

Con el segundo tanto se presumió una avalancha del Madrid. No fue para tanto. El partido se rompió y cada cual se dedicó a sus aventuras particulares. Rigor táctico no había ninguno. Helguera funcionaba como extremo izquierda en ocasiones,McManaman recuperaba el balón como último defensa y Roberto Carlos se frotaba las manos en aquel carajal. Era el partido perfecto para él, que protagonizó la jugada de la noche en un quiebro espectacular que dejó desairado a César, seguido de dos remates explosivos. El primero lo desvió Juanmi; el segundo lo rechazó Paco en la raya. Estaba claro que Roberto Carlos iba a pescar en ese río. Lo consiguió en un explosivo tiro libre que levantó grandes ovaciones en Chamartín, donde es rey.

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