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FÚTBOL | 18ª jornada de Liga

Diez años sin ganar en San Sebastián

Los derbies vascos en San Sebastián habían perdido su intriga en la última década. Los jugadores del Athletic habían aprendido a asumir con fatalismo el corto desplazamiento en autobús -apenas un centenar de kilómetros- de la capital vizcaína a la guipuzcoana, en la que no lograban ganar desde la temporada 1990-91. Todavía existía Atocha, hoy derruido para dejar hueco a viviendas de protección oficial.

Entre medias, resultados escandalosos, como el 5-0 de la temporada 1994-95 o el 4-1 de la pasada campaña, que recalcaban el desapego del club rojiblanco por la ciudad donostiarra.

En cambio, la Real contemplaba la cita de ayer como un punto seguro de inflexión. No en vano acostumbraba a ganar en casa casi por decreto. Esta vez, sin embargo, perdió fuelle en la aproximación a un encuentro que había perdido su simbolismo para quedarse en el esqueleto de los tres puntos en juego.

Los nervios retrasaron demasiado la puesta en escena del conjunto dirigido por John Toshack, que no tuvo inconveniente en permitir al rival fabricar un partido a la medida de sus escasas posibilidades.

Toshack disputaba su 15º derby como entrenador de la Real, el primero de su tercera etapa en San Sebastián. Las estadísticas le avalaban: siete victorias, cuatro derrotas, tres empates, 17 goles a favor y 11 en contra. Sus guarismos guardaban muchas similitudes con los acumulados desde el primer derby en la capital guipuzcoana, disputado en la temporada 1928-29.

La derrota, más allá de la pérdida de tres puntos que el subsconciente colectivo asumía como propios, amenaza con arruinar la autoestima de un equipo que, además, se convirtió ayer en el primero al que logra batir el Athletic a domicilio desde la temporada pasada.

La Real no sólo rehabilitó ayer la imagen del Athletic: también ofició la resurrección de Etxeberria, que recibió una bronca tras otra desde la grada y una lluvia inusitada de objetos cuando tuvo la ocurrencia de celebrar su segundo gol frente a una tribuna en la que no había rastro alguno de seguidores vizcaínos.

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