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La revolución tranquila

La victoria del indio Viswanathan Anand, ganador del campeonato Mundial de la FIDE, marca el comienzo de una nueva época para el deporte del ajedrez

Leontxo García

Casi nunca critica a alguien, rara vez se enfada y no muestra ínfulas de estrella. Rechaza que su profesión se interprete como un boxeo mental; ve en el tablero de 64 casillas un escenario idóneo para expresar su capacidad creativa frente a un colega. La magia de la India y el misticismo hindú han llegado de pronto a la cumbre de un deporte que se inventó precisamente en aquellas tierras hace más de quince siglos. Es la hora de Viswanathan Anand, de 31 años, campeón de la Federación Internacional (FIDE) tras un decenio de progresión paulatina, de revolución tranquila.En 1987, los ajedrecistas estaban deslumbrados por el esplendor del duelo de Sevilla entre Gari Kaspárov y Anatoli Kárpov. Muy pocos se fijaron en que un indio de 18 años ganaba el Mundial juvenil en Baguio (Filipinas). Era un diamante en bruto, surgido en el club de ajedrez del consulado soviético en Madrás (ahora, Chennai), cuyos funcionarios no podían imaginar que aquel niño de reflejos supersónicos iba a lograr en el año 2000 la misma proeza que el estadounidense Bobby Fischer en 1972: quebrar el dominio de los campeones nacidos en la URSS. El asombro ya estaba ligado a su trayectoria desde los nueve años en Manila, donde su padre, un alto cargo de los ferrocarriles indios, acababa de ser destinado. Anand, a quien su madre había enseñado el movimiento de las piezas a los cinco años, ganaba premios sin cesar en un concurso televisivo de problemas de ajedrez. Tantos que, según su padre, "optaron por no dejarle participar más".

Quienes le conocieron en el torneo de Linares de 1991 también quedaron pasmados: Anand era capaz de invertir sólo media hora en partidas contra los mejores del mundo, y de ganarles. A veces, en la sala de análisis, dos de ellos pasaban mucho tiempo estudiando una posición, sin poder resolverla; entonces llegaba Anand, echaba un vistazo de segundos y proponía una jugada genial. Su explosión llegó diez meses después: superó a Kaspárov y Kárpov en el torneo de Reggio Emilia (Italia). En su país, con casi 1.000 millones de habitantes pero pocos campeones en deportes universales, ya empezaban a acuñar una frase famosa: "Anand es el ídolo que India necesita".

Pero dos factores frenaban una carrera meteórica. La coincidencia en el tiempo con dos fenómenos como Kaspárov y Kárpov -quienes le derrotaron en sendos Campeonatos del Mundo (1995 y 1998)- y su propio carácter: a falta del instinto asesino que distingue a los dos rusos, Anand necesitaba un proceso de maduración similar al de los grandes vinos. Ese envejecimiento enriquecedor se ha desarrollado combinando la experiencia en decenas de torneos de élite con el trabajo riguroso en su casa de Collado Mediano (Madrid). Y el fruto se ha visto ahora, en Teherán, donde el indio ha superado con engañosa facilidad (3,5-0,5) la exuberancia creativa, pero frágil, del español Alexéi Shírov. Por primera vez en 25 años, el nombre del rey del jaque no se escribe con K.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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