La amenaza del neonazismo en Europa
Alain Touraine es sociólogo y director del Instituto de Estudios Superiores de París.
Debilidad de las democracias
Se puede hablar de una vuelta del hitlerismo en Europa? La respuesta parece evidentemente negativa. La situación económica es totalmente diferente de la de 1929; Alemania, en el centro de Europa, no se ve arrastrada por un moviemiento nacionalista; el movimiento político más peligroso, el Frente Nacional en Francia, retrocede de modo, al parecer, definitivo. Sin embargo, sería peligroso quedarnos en estas afirmaciones optimistas, pues en numerosos países se observa que el Estado nacional, que ya no es el dueño de la economía y que ha dejado de ser un agente de democratización y de extensión de la protección social, está sometido a la presión constante de categorías sociales que se sienten amenazadas e intentan protegerse expulsando a los "extranjeros" o a las minorías y que están profundamente insatisfechas de las respuestas que les dan los partidos de la derecha clásica. En el otro extremo de la sociedad hay intelectuales y militantes, aunque mucho menos numerosos, que se sitúan a la izquierda de la izquierda para denunciar de modo más radical la evolución, para ellos irreversible, de la sociedad. El sistema político sólo representa a una minoría de la población, y el resto se reparte entre la abstención y el voto de protesta. Desde comienzos de la década no hemos visto prácticamente ningún esfuerzo de recuperación y de renovación de la izquierda socialdemócrata, y la debilidad de la derecha liberal-nacional es aún mayor. El eslogan de la tercera vía ha demostrado estar casi desprovisto de sentido, y tanto Blair como Schröder o D'Alema se ven obligados a constatar el debilitamiento de su influencia en el electorado habitual de la izquierda. La impotencia de la derecha en el Reino Unido, en Alemania o en Francia es aún más impresionante.La situación es mejor en algunos países, especialmente en España, donde el Gobierno de Aznar, etiquetado como de derecha, se parece mucho al de Blair, clasificado a la izquierda. En Francia, de modo más complejo y más frágil, el Gobierno socialista ha tomado iniciativas que son claramente de izquierda pero lig,adas a una vuelta al estatalismo que amenaza las relaciones contractuales, siempre débiles en este país. Pero es en Italia donde mejor se puede ver la debilidad de la democracia. La mayoría de los observadores anuncian una próxima victoria de Berlusconi, en el que ven no tanto el jefe de una derecha coligada como una amenaza directa para la democracia italiana.
La única tendencia fuerte es, pues, esa por la que he mostrado mi inquietud al comienzo del artículo. El Estado nacional sirve cada vez más de apoyo a un nuevo populismo de derecha, y con frecuencia de ultraderecha -y en ocasiones también de extrema izquierda-, sostenido por aquellos que, por razones tanto nacionales como económicas, se sienten amenazados desde fuera y desde dentro. Los conflictos internos de nuestras sociedades se manifiestan muy poco, a pesar del rápido desarrollo de la sociedad de la información. Por el contrario, la lógica del capitalismo, es decir, el rechazo efectivo por los dirigentes económicos de todas las formas de control político y social de sus actividades y de sus beneficios, se impone de un modo tan asombroso que por doquier se oye hablar de globalización, que no es más que un sobrenombre del capitalismo, pues quiere decir que ningún poder político, nacional o regional, puede oponerse a la lógica mundial de la economía. Esta despolitización de los problemas de una sociedad e incluso su desocialización, es decir, la explicación de todo por causas externas -no tiene remedio; la hegemonía cultural estadounidense es irreversible y completa- son la causa directa de una degradación del Estado y de todo el sistema político que descansa en una viva conciencia de su impotencia.
Pero estas observaciones negativas pueden también llevar a previsiones más optimistas. Pues la ideología neocapitalista, expresada en la idea de globalización, está ya en declive. Por varias razones que recordaré brevemente:
En primer lugar, las causas de las grandes crisis nacionales o regionales que amenazaron con una crisis general han sido en gran parte nacionales. La descomposición del Estado fue la que provocó la caída del rublo en 1998; la debilidad del sistema bancario japonés la que paralizó esa economía, considerada la más dinámica del mundo. En todas partes los factores internos de la crisis han sido los más importantes y, por tanto, un Estado activo puede hacer salir a su país de una crisis grave.
En segundo lugar, los economistas saben que cuanto más avanzada es una economía más importantes son los factores no económicos -educación, innovación, reparto equilibrado de los frutos del crecimiento, protección frente a los riesgos importantes- del crecimiento económico.
Por último, desde hace unos años, el interés se ha desplazado de la globalización hacia la sociedad de la información. Finalmente, se habla más de producción que de finanza y es probable que pronto se vuelva a hablar de reparto. Empezamos a asistir a una "reinteriorización" de los problemas económicos y a la vez al redescubrimiento de los lazos que unen la economía al conjunto de la sociedad, lo que debe provocar un rápido renacer de los debates de ideas, de los conflictos sociales y de las opciones políticas. Esta reinteriorización se efectuará tanto a nivel nacional como a nivel europeo, dada la importancia de las políticas sociales que se elaboran y se aplican a nivel europeo.
La vuelta del crecimiento en Europa, la penetración -tardía pero acelerada- de las tecnologías de la información, el agotamiento de las ideologías del pasado cuya inercia favorecía la búsqueda de explicaciones exógneas, todo ello prepara un renacer de la "capacidad política" de los actores sociales y de las instituciones políticas.
Las dos partes de este análisis pueden parecer contradictorias por las direcciones tan opuestas en las que van. De hecho, la mayoría de los países europeos, y a fortiori de los de América Latina y otras regiones en desarrollo, se encuentran ante dos caminos opuestos. En el caso europeo, y dado el abuso de juicios optimistas sobre los progresos "naturales" de la democracia, es más útil insistir en la debilidad de las democracias que en su fortaleza. Del mismo modo que es contestable hablar de la vuelta del hitlerismo es útil subrayar la gran incapacidad de nuestros sistemas políticos para responder a las demandas de una parte importante de la población y sobre todo cómo les ha vaciado de sustancia un neocapitalismo cargado de ideología que ha logrado convencer a una gran parte de la población de nuestra impotencia para intervenir en el curso de la economía. Hasta que no nos sintamos responsables de nuestro futuro no desaparecerán los peligros que amenazan a nuestra democracia.
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