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EUROCOPA 2000El rival de España

El nuevo Zidane

Ha cambiado su carácter y ya asume el liderazgo de la selección francesa

Santiago Segurola

Zinedine Zidane no perdió el apetito por el fútbol tras el Mundial de Francia. Pudo ocurrirle. Su rostro estaba en todas las partes. En la televisión, en los periódicos, en los anuncios, en las paredes de los suburbios de las grandes ciudades. Zidane era el rey en la muy republicana Francia. Ganó el Mundial, fue elegido mejor jugador del año y volvió a la cruda realidad del fútbol italiano, donde la fama sólo es comparable a las exigencias que demanda a sus estrellas. Regresó triunfador al Juventus, pero también fatigado. Sufrió una lesión de rodilla y fue operado. Muchos dudaron de Zidane. No sólo por la lesión, sino por su carácter. Hombre retraído, de una timidez que se advierte inmediatamente en su gesto, tenía el duro desafío de recuperarse de su lesión y luchar con los ronaldos y rivaldos como mejor futbolista del mundo. Algunos creyeron que se había apagado algo de su fuego, que el Mundial le había consumido demasiadas energías y que el estresante fútbol italiano no era el más apropiado para retornar a la cima. No es lo que parece en la Eurocopa, donde Zidane se ha reestablecido como la mayor referencia del fútbol europeo.Quienes le conocen aseguran que algo ha cambiado en el carácter de Zidane. Ya no es el introvertido que evita a la prensa, que no puede ocultar su desagrado por los actos sociales, que sólo encuentra refugio entre su familia y el terreno de juego. Desde que salió del barrio de La Castellane en Marsella, su figura estaba asociada a una pesadumbre que hacía imposible su liderazgo en la selección francesa. Podía ser el mejor, pero no podía acaudillar a la tropa. Para eso cedía los trastos a Didier Deschamps, todo un carácter que ha sido un gran capitán de la selección francesa. A la sombra de Deschamps, con el que coincidió en la Juventus, Zidane ha sido un personaje enigmático durante toda su carrera como jugador. Sin embargo, en los últimos meses se le aprecia un cambio radical. Su gesto se ha vuelto menos sombrío y cada vez es menos raro verle en apariciones públicas, en la clase de acontecimientos que antes detestaba. El pasado mes acudió con frecuencia a Roland Garros y se mezcló con la jet social y deportiva de París. Parecía feliz. Que Zidane acuda a un restaurante de moda ha dejado de ser noticia. El as del fútbol comienza a disfrutar de su posición. Y eso se refleja en la selección francesa.

Los jugadores admiten que Zidane tiene una influencia en el equipo que antes echaban en falta, como si hubiera decidido que le ha llegado la hora de suceder al declinante Deschamps. La nueva expresividad de Zidane ha sido una bendición para el equipo. Ya no parece el jugador atormentado que fue expulsado en el Mundial de Francia, preso de una especie de combustión interna que no podía evitar. Ahora asegura que vive el mejor momento de su carrera. "No quiero que terminen los partidos, no quiero que se paren nunca. Por eso muchas veces salgo corriendo a por el balón cuando ha salido de banda. Lo hago porque no quiero parar de jugar". Ése es Zidane en esta Eurocopa, el hombre que ha vuelto a ocupar el trono del fútbol y que dirigirá a Francia el próximo domingo frente a España.

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