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La OPEP llega enfrentada a la cumbre en la que decidirá si sube la producción de petróleo

Fernando Gualdoni

La crisis en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se acentúa. A menos de 48 horas de su cumbre en Viena, los 11 miembros de cartel cambian de opinión como una veleta a favor y en contra de subir la actual producción de crudo, de 24,7 millones de barriles diarios. Las constantes contradicciones de los miembros de la OPEP, que se arrastran desde la última reunión de finales de marzo pasado, han provocado que el precio del crudo pasara de 31,7 a 28,30 dólares del martes al viernes de la semana pasada. La OPEP tendrá en vilo esta semana a Gobiernos y consumidores de países industrializados, puesto que su decisión tendrá un impacto directo en el precio de los carburantes y en la inflación.

La incertidumbre que vivió la pasada semana el mercado internacional del petróleo tenderá a mantenerse durante toda esta semana. Las posiciones con las que los miembros de la OPEP se sentarán a negociar una subida de sus cuotas de producción son hasta tal punto dispares que los expertos del sector ya no saben a qué atenerse. A mediados de la semana pasada la mayoría de ellos coincidía en afirmar que la organización no subiría sus cuotas de producción. Para el viernes, muchos de ellos habían cambiado de opinión y apostaban por un incremento de la extracción en torno a un millón de barriles diarios sobre la actual cuota oficial de 24,7 millones a partir del 1 de julio. La OPEP produce el 35% del petróleo que se consume en el mundo y es la dueña del 80% de las reservas de oro negro del planeta. La decisión que tome la organización esta semana afectará directamente en la evolución de los precios de los carburantes y en el índice de inflación de los países consumidores. La escalada de los costes del crudo ya ha provocado, en el caso de España, que la inflación se disparase hasta el 3,1% en mayo y que los precios de las gasolinas estén en niveles hitóricos.

Problemas internos

En los mensajes contradictorios que la OPEP ha estado lanzando recientemente se combinan dos factores: la propia crisis interna de la organización y la dinámica del mercado del petróleo y derivados, que no sólo depende de lo que la OPEP haga. También influyen situaciones ajenas a la organización como son la evolución de la moneda con la que se pagan los productos petrolíferos (el dólar), los impuestos que gravan los carburantes, la capacidad de refino de las compañías petroleras para satisfacer en este momento una gran demanda de gasolina y la especulación a la que está sujeto el mercado. La OPEP se aferra a estos últimos factores, que no dejan de ser ciertos, para cubrir su ineficacia como organización cuyo principio es velar por la estabilidad del mercado petrolero mundial.

En la OPEP hay 11 miembros, pero con dos pesos pesados respaldados por su propia capacidad de producción: Arabia Saudí e Irán. Los saudíes fueron los que forzaron el pasado marzo una subida de la producción por parte de 10 miembros (Irak está fuera de los acuerdos de producción porque vende petróleo a cambio de víveres) de 1,45 millones de barriles diarios. Irán se opuso a ese incremento. No obstante, extraoficialmente sí aumentó su producción. En total, el alza fue de 1,7 millones.

En la reunión de marzo, Arabia Saudí apostó claramente por contentar a EEUU, principal cliente y aliado militar del país árabe, que había llegado a amenazar con sanciones comerciales a los países productores del golfo Pérsico. A fin de cuentas, el incremento no fue más que un blanqueo de la verdadera producción en esa fecha.

El Gobierno de EEUU, en plena campaña preelectoral, ha vuelto a la carga y exige nuevamente a la OPEP que el miércoles decida una subida de su producción. Los ciudadanos estadounidenses están pagando la gasolina al nivel más alto jamás visto, y la repercusión de ese disgusto en las urnas no agrada al Partido Demócrata, que intentará retener el poder, mientras que sirve al Partido Republicano para acusar de ineficaz a la Administración actual. La OPEP cree que detrás de la fuerte alza del precio de las gasolinas en EEUU no está la escasez de crudo en el mercado, sino una nueva regulación medioambiental que ha forzado a las petroleras estadounidenses a poner en el mercado un nuevo tipo de gasolina menos contaminante y para cuya producción están bien preparadas.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) incluso respalda las dudas de la OPEP de si hace falta o no más crudo en el mercado. En su informe del 9 de junio pasado, la AIE señala que la oferta de crudo en mayo excedió en tres millones de barriles diarios la demanda. Añade que la producción mundial en mayo fue de 76,9 millones de barriles diarios, 640.000 más que en abril. La AIE explica que, si el crudo está a 30 dólares, es debido fundamentalmente a que las petroleras están aumentando sus existencias y al desequilibrio entre la oferta y demanda del mercado de gasolinas de EEUU.

Si la OPEP tuviese más claras sus ideas, los datos de la AIE pesarían mucho, según los expertos, para que la organización decidiera no subir su producción este miércoles. Pero la OPEP ya no sabe a qué responder primero: al interés común, a los suyos propios o a las presiones externas. Así que los expertos barajan la posibilidad de que la OPEP decida contentar a todos y suba en el papel oficial lo que en realidad ya está produciendo por encima de su cuota, casi un millón de barriles según los últimos cálculos. Añaden que si el cartel no aumenta ahora su producción tendría que hacerlo irremediablemente, y en buena medida, en su próxima reunión del 10 de septiembre con vistas al aumento de la demanda de gasóleo de calefacción ante la llegada del invierno en el hemisferio norte y a la propia dinámica de crecimiento de la economía mundial.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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