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Un clásico en la cumbre El Manchester se caracteriza por su fortaleza psíquica y mucho talento al servicio de un juego frontal

Si el titubeante Madrid actual quiere conocer su verdadera dimensión, no hay examen más exigente que medirse al Manchester United, hoy por hoy quizá el mejor equipo del planeta: campeón de Europa, campeón intercontinental y líder de la Premier League. Unas credenciales formidables para un equipo extraordinariamente sólido y frontal. Un equipo que ha exhibido un dominio casi aplastante en el fútbol británico durante los noventa -cinco Ligas y cuatro Copas- y que aspira a suceder al Milan en el selecto grupo de clubes que han marcado una época continental.Se mire por donde se mire el Manchester destila admiración. Es la entidad más rica del mundo, el grueso de su plantilla ha crecido en su propia guardería y su técnico, Sir Alex Ferguson, dirige la escuela desde hace 14 años. Con el tiempo, Ferguson ha perfilado un bloque de enorme fortaleza mental, lo que le concede una gran voracidad en todos los torneos, y sin grandes grietas tácticas: aceptable en defensa, rocoso en el eje, demoledor por los costados y punzante y vertical en ataque. El internacional holandés Jaap Stam ha aliviado la línea más floja del equipo, la defensa, atormentada últimamente por la irregularidad de Bosnich, el meta australiano que ha relevado esta temporada al danés Schmeichel. Es en el centro del campo donde el Manchester expresa sus mayores dosis de talento. La temible rosca de David Beckham por la derecha, la endiablada velocidad de Ryan Giggs por la izquierda y la solidez del capitán Roy Keane en el eje conceden al equipo un aire rutilante y le permiten emplear distintas marchas en el juego. Por delante, de enganche, se ubica Paul Scholes, un tipo bajito, de cara rechoncha y pelirrojo, aspecto que no le delata como un llegador fabuloso, listo como pocos para interpretar el curso del partido. Scholes es el escolta perfecto de Cole y Yorke, dos delanteros de gran movilidad, rápidos y directos. Entre uno y otro, por el rincón más insospechado suele irrumpir Scholes. Y, casi siempre, para hacer daño por la espalda.

En definitiva, un escrutinio mayúsculo para el Madrid. Y dos curiosos precedentes: en la temporada 1956-57, en semifinales de Copa de Europa, el Madrid eliminó al Manchester (3-1 en Madrid y 2-2 en Old Trafford). Aquel año el Madrid fue campeón.

En el curso 1967-68, también en semifinales, el Manchester ganó la ida por 1-0 y empató en Chamartín (3-3). Entonces, el Manchester fue campeón.

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