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¿Dónde se fue Jimmy?

Desde la particular mirada de los futbolistas, habitualmente tan caprichosa y confusa, en la corta travesía de Claudio Ranieri a Radomir Antic, el Atlético ha pasado de no saber atacar a no tener ni idea de cómo se defiende. Y ante semejante diagnóstico, la verdad, dan ganas de mandar al garete a los jugadores, tan amigos ellos de las excusas y de las huidas de responsabilidades. La tentación es inmediata, sobre todo cuando quienes lanzan los reproches son tan susceptibles también de ser reprochados. Lo que pasa es que luego, va la realidad y confirma letra por letra cada uno de sus lamentos. Se mira con lupa al Atlético de Ranieri y resulta que pasa dificultades en sus maniobras ofensivas, que sus jugadores apuntan a la portería de enfrente y mandan la pelota al banderín de córner. Y se analiza al Atlético de Antic y, efectivamente, describe problemas atrás. Problemas que no tienen que ver con una apuesta más o menos conservadora, sino con la falta de un plan. Lo que ayer transmitió defensivamente el Atlético -en el primer tiempo, claro, el único que realmente tuvo el partido- fue una absoluta sensación de caos, de lío, de y yo dónde me pongo. Por ejemplo, Gaspar, que se suponía lateral derecho, quién sabe si central... Que en todo caso ponía cara de no tenerlo muy claro, y se movía confundido -el gol del Madrid le retrató: se quedó clavado cuando sus compañeros salían hacia adelante, y también cuando Morientes le anunció que se iba en el sentido contrario-. Capdevila, los centrales... El Atlético, que llegó a trenzar acciones interesantes, que dispuso de más ocasiones claras de gol que en toda la era Ranieri, fue por atrás un puro desorden. O sea, el Atlético fue lo que los jugadores denunciaron que era.

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Sin embargo, los futbolistas -a quienes ninguna de sus quejas les vale como coartada para tener al Atlético donde lo tienen- se han olvidado del verdadero drama de la nueva etapa: Jimmy Hasselbaink ha desaparecido. Sí se adivinaba que, dadas sus limitaciones para el trámite y hasta su torpeza -no había dudas de que era remate sobre todas las cosas-, el goleador rojiblanco iba a encontrar dificultades en un modelo de juego más elaborado, en un traje más ortodoxo. Se olía que Jimmy iba a mostrarse peor jugador, pero nunca que iba a pasar a mejor vida.

Sigue Hasselbaink de titular, jugando incluso todos los minutos -era costumbre en Antic cambiar siempre a sus nueves a la hora de juego-. Y sigue con presencia y movilidad. Pero es otro jugador, un delantero centro distinto al que se aupó a golpe de zurriagazos en lo más alto de la tabla de realizadores; muy diferente del cañonero que nunca faltaba a su cita con los goles boca a boca para el Atlético.

Pero Jimmy ya no remata todo lo que se le acerca a dos metros a la redonda. Ahora piensa, intenta jugar; medita si pasar, si tirar un quiebro... Y apenas le pega a la pelota. Ayer dejó escapar sin fusilar media docena de ocasiones. El Calderón soñaba con uno de sus brutales remates, pero el holandés decía una y otra vez que no tiraba. Peor les supo a los rojiblancos comprobar el papel secundario de Hasselbaink en las dos o tres faltas de las que gozó su equipo en la frontal. O tiraba Solari, o se intentaba una sorpresa de estrategia... Pero no apareció en todo el derby el célebre zapatazo del holandés.

Da la sensación de que alguien intenta cambiar a Jimmy: Antic. Y vale que pruebe a usarle como sacador de córneres, pero no que le quite protagonismo en las suertes que domina. Suertes que hasta la fecha, por cierto, habían mantenido con algo de vida al Atlético. No, con lo necesitado que anda este equipo no parece muy conveniente renunciar a Jimmy, ese tipo que hasta hace dos días llevaba dentro el remate más terrorífico del campeonato.

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