Kluivert, el rostro amable del Barça
Goleador ante el Sparta de Praga, el ariete se ha ganado a la hinchada con juego natural y explosivo
Negado como está Rivaldo y siendo Figo ya uno más de la familia, la hinchada del Barça se ha entregado a Kluivert. Frente al carácter crispado de Van Gaal y ante la actitud de cierto acomodamiento de algunos de sus paisanos, el ariete holandés exhibe un rostro amable y guarda un comportamiento natural. Si no le ponen, se cabrea ("no aguanto el banquillo"); cuando juega, elige zamarra ("soy delantero centro y, por tanto, quiero el 9 por la magia que conlleva"); en el momento en que le patean, se revuelve y pide la intervención del árbitro (normalmente le expulsan), y si le preguntan por la política del club responde sin miramientos ("es peligroso fichar a tantos jugadores de un mismo país").Extrovertido, espontáneo, travieso, dentro y fuera de la cancha, donde su actitud ha sido constantemente reprobada, Kluivert se ganó desde su llegada la estima de la plantilla azulgrana por su juego generoso: se ofrece siempre; domina la mayoría de gestos técnicos, sobre todo el control; es especialmente explosivo; y aguanta o se dispara de acuerdo con lo que exige la jugada. Un buen catálogo para un delantero. Pero con una lacra que hipoteca su hoja de servicios: le falta pegada, aun cuando marcó el gol que le dio el título europeo al Ajax frente al Milan en 1995 en la final europea ("salí a los 80 minutos y a los 84 marqué").
La falta de contundencia, de precisión en la ejecución, le ha lastrado ante la crítica que pide goles antes que juego. Llegado diciembre, sin embargo, Kluivert ha encontrado la portería (cinco tantos en los tres últimos partidos, para un total de cinco en la Liga y cuatro en Europa) y el pasado miércoles, tras tumbar al Sparta de Praga con dos dianas, se tiró a los brazos de la afición para que pudiera refregarle su afeitada calva ("Van Gaal y los compañeros me miraron de forma extraña cuando me vieron pelado, pero a mi mujer le gusta").
Cumplidos los 23 años, y tras un mal paso por el Milan, Kluivert se ha reencontrado en el Barça con la libertad que tuvo en el Ajax, donde se formó soñando con seguir el rastro de Cruyff, Van Basten y Bergkamp. Como siempre vivió al día, Kluivert es hoy dichoso y se siente querido. El gol le hace feliz.
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