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El Banco Mundial se queda sin abogado del diablo

Dimite después de tres años en el cargo Joseph Stiglitz, el admirado y criticado economista jefe de la entidad

Fernando Gualdoni

El abogado del diablo del Banco Mundial se fue. Joseph Stiglitz, el ahora ex economista jefe de la entidad ha dimitido, apartándose así del camino de su jefe, el presidente James Wolfensohn, y de los muchos críticos que tenía dentro del banco. También los tenía fuera y muy poderosos, como el Departamento del Tesoro de EEUU.El ex economista jefe, de 56 años, es, según sus allegados, un iconoclasta brillante que siempre está provocando el debate, que lo cuestiona todo. Su carisma, según sus admiradores dentro del Banco Mundial, no sólo ponía en aprietos a Wolfensohn, también irritaba a Larry Summers, el secretario del Tesoro estadounidense desde mayo pasado. Hubo un fuerte rumor acerca de que Summers respaldó la continuidad de Wolfensohn al frente del Banco Mundial cinco años más con la condición de que Stiglitz se marchara.

La relación entre Stiglitz y Wolfensohn era, según un ex investigador del Banco, "como de amor y odio". La figura de Stiglitz fue crucial en el cambio de imagen que Wolfensohn quiso darle al Banco Mundial desde que comenzó su mandato. La de una entidad menos fría y lejana para aquellos que más dependían de sus ayudas, los países en vías de desarrollo y los más pobres. De hecho, fue Wolfensohn quien inventó la iniciativa para la condonación de la deuda de los países más endeudados. Un proyecto que pese a sus fallos, representa la voluntad de ayudar. Stiglitz fue una figura fresca y acorde a ese cambio y Wolfensohn se lo agradeció públicamente muchas veces. Este ex investigador comenta que Wolfensohn, al igual que muchos admiradores de Stiglitz, espera que sea galardonado con el premio Nobel.

Desde que asumió su cargo hace tres años y hasta el martes pasado, día en que lo dejó, Stiglitz criticó con dureza y en varias ocasiones el llamado Consenso de Washington, la fórmula que los países latinoamericanos se vieron forzados a aplicar para salir de la crisis de la deuda de 1982. Sus principios rectores eran la apertura exterior, el derribo de las barreras comerciales y las privatizaciones, y su resultado fue un espectacular aumento del crecimiento a un coste social altísimo.

Más recientemente, durante la crisis asiática, el economista puso el dedo en la llaga del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del propio Gobierno estadounidense al cuestionar la oposición por parte de estas instituciones a implementar controles a los movimientos de capitales. Y lo dijo justo cuando el primer ministro de Malaisia, Mahathir Mohamed, utilizó este instrumento para frenar el drenaje de fondos del país. Mohamed fue muy criticado por adoptar esta medida y hubo un fuerte enfrentamiento entre él y el vicepresidente de EEUU, Al Gore, en la cumbre del Foro Económico para Asia y el Pacífico, celebrada en Kuala Lumpur, la capital malaisia, en 1998.

A contracorriente

Stiglitz también se unió a una corriente que objetó las condiciones que el FMI impuso a países como Indonesia y Tailandia para recibir las ayudas para salvar la economía. El FMI imponía básicamente fuertes recortes del gasto público, tipos de cambio libres y altas tasas de interés, lo que si bien frenaba la huida de capitales, también frenaba la actividad económica. Otra vez, a un coste social altísimo. La posición de Stiglitz puso en un aprieto a Wolfensohn y a la relación entre el Banco Mundial y el FMI. Se habló de fuertes roces, obviamente nunca reconocidos, entre ambas instituciones.A este malestar se sumó posteriormente el papelón del FMI y sus ayudas a Rusia después de la crisis del rublo, las cuales tuvieron un destino incierto. No obstante, ya durante este año, varias voces influyentes del FMI parecían haber reconsiderado su férrea negación a la utilidad temporal del control de capitales e incluson reconocieron que el programa de ayudas para Rusia había sido un fracaso. Michel Camdessus, el entonces director general del FMI, renunció hace pocas semanas a su puesto y aunque lo atribuyó a "razones personales", fuentes cercanas al Fondos reconocieron que aquellas críticas de hombres como Stiglitz influyeron mucho en su decisión de abandonar el FMI.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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