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El PCF se manifiesta en favor de las 35 horas sin el apoyo de la CGT

Los comunistas franceses evitan las consignas en contra de Jospin

La "contraofensiva" lanzada por el Partido Comunista Francés (PCF) y la extrema izquierda en respuesta a la pasada concentración de empresarios opuestos a la ley de las 35 horas semanales reunió ayer tarde en París a decenas de miles de personas, 32. 000, según la policía; más del doble, según los organizadores. Por primera vez, la manifestación careció del respaldo del sindicato comunista CGT que, en línea con otras centrales europeas, parece decidido a reforzar su independencia y a desvincularse del partido del que surgió.

A falta del apoyo oficial de la CGT (aunque "a título personal" muchos miembros del sindicato, caso del propio secretario general, Bernard Thibaut, estuvieron bien presentes entre la multitud coloreando la marcha con sus características pegatinas y banderas) la manifestación contó a su favor, eso sí, con la presencia añadida de gentes indignadas por la actitud de la compañía Michelin (que anunció un plan de 7.500 despidos, al tiempo que constataba sus buenos resultados económicos) y por la multimillonaria indemnización cobrada por antiguo presidente de Elf, Phlippe Jafré. Las organizaciones empresariales, y particularmente el presidente de la patronal Medef, Ernest-Antoine Sillière, se convirtieron en el blanco de las críticas, si bien tampoco faltaron en la fila de la extrema izquierda, las descalificaciones al primer ministro, el socialista Lionel Jospin.Los temores, albergados por los socialistas y una parte de los Verdes, a que la "gran manifestación" contra el paro y la patronal se convirtiera en un ataque al Gobierno de la "izquierda plural" no se vieron, sin embargo, confirmados. Tras haber conseguido la aceptación por parte socialista de buena parte de sus enmiendas al segundo y definitivo proyecto de ley de las 35 horas semanales, la dirección del PCF se aplicó con renovado interés a la tarea de descargar la carga crítica al Ejecutivo que entrañaba potencialmente la manifestación de ayer. "No es una movilización desestabilizadora contra el Ejecutivo, se trata de mostrarle el problema", se esforzó en explicar el secretario general del PCF, Robert Hue. En ese afán por quitarle hierro al asunto, las consignas lanzadas desde los altavoces de la organización ahorraron escrupulosamente cualquier alusión al Ejecutivo, del que los comunistas forman parte, y a la figura de Jospin, muy criticado semanas atrás por su confesión pública de impotencia, rectificada posteriormente, ante el caso Michelin. El recurso a los números musicales, que incluyeron, incluso, actuaciones en directo, contribuyeron también a rebajar la crispación.

A unos meses de su 30º congreso y tras el fracaso de las elecciones europeas, la dirección del PCF había visto en la "gran manifestación" la iniciativa ideal con la que exorcizar los malos humores que suscita internamente la participación en el Ejecutivo de Jospin. Era una huida hacia adelante para reagrupar filas y recuperar a ese electorado que se desliza hacia la extrema izquierda. En un plano todavía más ambicioso, se trataba de asentarse como la segunda fuerza de la "izquierda plural" y constituirse en el interlocutor por excelencia de los socialistas.

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