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Los kenianos se relevan

Carlos Arribas

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Llegado a la meta, cruzada la línea, Christopher Koskei, uno más de la inagotable fuente keniana de corredores de 3.000 metros obstáculos, se dio media vuelta y se abrazó con verdadera alegría con su compatriota Wilson Boit Kipketer. Un nuevo doblete keniano en una gran cita mundial. El octavo. Tampoco era mucho. También entre Mundiales y Juegos Olímpicos han conseguidos los hombres de la sabana y el altiplano dos copos completos del podio. Nada, una faena de rutina. Un keniano releva a otro keniano y otro keniano al anterior. Nada nuevo bajo el sol. Los kenianos delante, y luego algún marroquí y por detrás los europeos. Así fue, un orden mundial antiguo de décadas, intocable también, se repite de nuevo. Y sin embargo... No ganó el favorito, el recordman mundial Bernard Barmasai.Y, además, morbo: quien ganó, Koskei, fue el mismo que según dicen se dejó ganar por Barmasai en Zúrich para que su compatriota pueda aún embolsarse el millón de dólares de la Golden League. Y sin embargo, la final de 3.000 metros ofreció un soplo nuevo, un lugar al que agarrarse para pensar que una nueva generación europea, la de Kallabis y Weidlinger, pero también de la de Eliseo Martín, puede soplar para que algún día la prueba más inmutable recobre la competencia ecuménica de otras épocas, que no se quede en un asunto de orden interior africano. Y no sólo ellos, el alemán, el austriaco y el español, también el rumano Florin Ionescu, un veterano de 28 años, valiente de entrada. Casi suicida. Como Kallabis.

Comenzó la prueba y el cuarto keniano, el más joven, Paul Kosgei (así es la vida: la veteranía manda) se vio obligado a marcar el ritmo. Pero a los 300 metros le quitó del medio el alemán Kallabis. Eliseo Martín, el bravo oscense, mientras tanto, a su ritmo, sin inmutarse. El último marchaba el de Monzón. Mal presagio. A Kallabis le relevó en la cabeza Ionescu, que aceleró la marcha; no sólo eso, se fue solo. A los kenianos no les molestaba.

Llegada la mitad de los 3.000, los kenianos decidieron agarrar el asunto por la mano. Como sin querer la cosa, tres de los cuatro kenianos, mandados otra vez por el trabajador Kosgei, capturaron a Ionescu y rompieron la carrera. Fue el momento clave. 4.20 en el 1.500. Sólo el marroquí Ezzine y el alemán Kallabis tuvieron capacidad para incrustarse entre ellos. Eliseo, mientras tanto, remontaba posiciones. Y así iban las cosas cuando a 300 metros el cuarto Keniano, el que menos se había expuesto, aceleró la marcha e hizo explotar la carrera. Todos esforzados, él grácil. Fue un ataque devastador. Fue una victoria clara, hasta fácil. Todos, hasta sus compatriotas Barmasai y Boit quedaron como si fueran unos cualquieras. Y Eliseo, sexto, oigan. Qué remontada. Segundo europeo tras Kallabis. "Ha sido una táctica perfecta", dijo feliz el español, que alcanza el diploma de finalista y la clasificación para los Juegos de Sydney.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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