Continuidad, sostiene Esteve JOAN SUBIRATS
La noche electoral del domingo 13 de junio deparó una de las imágenes más sorprendentes de estos 20 años de democracia. En el momento en que Molins asumía personalmente y sin tapujos su derrota, Pujol se mostraba huidizo, cabizbajo y con pocas ganas de asumir protagonismo. Algo totalmente inusual en un político que nos tenía acostumbrados a encararse con quien le arrojaba piedras o le gritaba, o que hacía bajar su helicóptero para afear la conducta de un agricultor que quemaba rastrojos en pleno mes de julio. Pero lo realmente inquietante fueron las manifestaciones de Pere Esteve. Mientras las caras nos hablaban de derrota más allá de lo previsto, las palabras de Esteve fueron rotundamente por otra vía. Afirmó que, al margen del caso de Barcelona, lo que predominaba en el escenario local catalán era la continuidad. Y añadió que CiU sigue siendo la formación política que domina el panorama municipal del país. Al día siguiente, con los resultados definitivos en la mano, seguía sosteniendo lo mismo. Después, Pujol recuperó el aliento y las cosas empezaron a tomar aires de autocrítica. No quisiera dejar pasar la ocasión para darle algunas pistas a Esteve, en su condición de secretario general de CDC, de lo que está ocurriendo en Cataluña, no sea que con sus viajes a Bruselas se despiste y continúe manteniendo la impresión de que en Cataluña predomina la continuidad en el gobierno local. Como es bien sabido, de los casi 950 municipios existentes en Cataluña, el 90% tiene menos de 10.000 habitantes. De entre esos casi 850 municipios, en más de 200 ha cambiado la lista más votada. En los 90 restantes, que tienen más de 10.000 habitantes y representan el 80% de la población, han sido casi 20 los que presentan como lista ganadora una distinta de la de 1995. No me parece que empecemos con mucha continuidad. Por otro lado, si lo que Pere Esteve sostenía hacía sólo referencia a la situación de CiU, lamento comunicarle que tampoco en eso acertaba. La coalición nacionalista-liberal-democristiana perdió el día 13 de junio en las urnas que recogían el voto de las municipales, cerca de 200.000 votos. De esos votos, el 98,5% procedía de las casi 90 localidades que superan los 10.000 habitantes. En los 850 municipios restantes, los menos poblados de Cataluña, CiU sólo perdió 3.000 votos. Ciertamente, muchos de esos votos perdidos procedían de la capital catalana, pero el 40% se perdió en esas otras capitales de comarca y ciudades de tamaño grande, mediano y pequeño de todo el Principado. En este sentido, es significativo que de los casi 90 ayuntamientos más poblados de Cataluña, CiU sólo consiga aumentar su representación en número de concejales en 18, mientras que en los restantes o bien pierda representación municipal o se quede en la misma cifra de concejales que tenía. En estas poblaciones, CiU ha perdido casi 40 concejales y, por primera vez desde 1979, la cifra de municipios catalanes en los que logra ser la lista más votada desciende en vez de aumentar. Sin duda lo que sostiene Esteve parece ser más deseo que realidad, y en política no acostumbra a ser prudente ir por el mundo con esa confusión. También es cierto que no se puede hablar de cataclismo. E incluso en el caso de Barcelona, que resulta ser el más aparente, podríamos preguntarnos qué hubiera pasado en 1995 si en vez de presentar a Miquel Roca hubieran presentado a cualquier otro candidato frente a Pasqual Maragall. A lo mejor, Molins se sentiría hoy más aliviado ya que el coste del significativo declive electoral en Barcelona lo hubiera pagado el anterior candidato. Pero, especulaciones al margen, lo que nos interesa hoy es saber qué tiene que ver todo ese baile de cifras en relación con la próxima contienda electoral. Lo único que podemos afirmar es que si se confirma el pacto en ciertos municipios tan significativos como Olot, Igualada, Granollers o incluso Berga, el escenario territorial catalán habrá cambiado sensiblemente. La Cataluña más urbana ha dado señales que pueden resultar decisivas en unos meses. Las visitas pastorales de Maragall se verán más arropadas, y el regusto de que la hegemonía convergente fuera del área metropolitana es vulnerable puede dar alas a unos y pesar como una losa en los otros. Los cimientos del edificio pujolista se han conmovido, los nuevos y viejos delfines se agitan en sus sillas, las grietas entre los socios de la coalición se profundizan, el desgaste aumenta, y por tanto las distancias que hace unos meses parecían insalvables, ahora resultan menos dramáticas. A pesar de lo que sostiene Esteve, estas elecciones no han sido de continuidad. Y el mismo Esteve lo sabe o debería saberlo.
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