Mo Greene alcanza a Ben Johnson
El velocista estadounidense bate el récord del mundo de 100 metros con un tiempo de 9,79 segundos
El estadounidense Maurice Greene regresó ayer a la era Ben Johnson con un fabuloso récord del mundo de 100 metros (9,79 segundos) que consiguió en Atenas, escenario predilecto del compacto velocista de Kansas City. Hace dos años, Greene apareció como un meteoro y en apenas seis meses cambió su condición de atleta prometedor por la de gran estrella. En Atenas ganó la final del Campeonato del Mundo, con una marca de 9,86, y en la capital griega logró ayer un tiempo impensable. Nadie dudaba de que Greeene, que en julio cumple 25 años, disponía de las cualidades necesarias para convertirse en el plusmarquista mundial. Durante las últimas tres temporadas ha sido el mejor velocista del Planeta y el hombre llamado a arrebatar el récord al canadiense Donovan Bailey (9,84 segundos en los Juegos Olímpicos de 1996). Pero nadie podía pensar en un bocado semejante. Un recorte de cinco centésimas resulta considerable en los 100 metros, pero este mismo recorte con respecto al récord mundial supone un avance estratosférico. Es decir, el regreso al planeta que abandonó forzosamente Ben Johnson en 1989 después de haber logrado ilegalmente 9,79 en septiembre de 1988 en los Juegos de Seúl. Acorazado por los anabolizantes y otras sustancias prohibidas, Johnson cruzó la divisoria de los límites humanos en dos ocasiones. En 1987, batió la marca mundial con 9,83 segundos, ante la estupefacción de Carl Lewis. Un año después, Johnson entró en una dimensión desconocida en la final olímpica de Seúl. En la memoria del atletismo perdurarán para siempre las imágenes de aquella carrera. La salida impresionante del atleta canadiense, el margen que consiguió sobre el resto de sus rivales en apenas 20 metros, la aceleración brutal a partir de los 30 metros, la mirada perpleja de Carl Lewis a Johnson a falta de 30 metros...
Aquella marca mereció durante un día el asombro general. Se presumía que aquel registro colosal aguantaría durante varios años, pues no había hombre capaz de aproximarse a la marca de un extraterrestre. Un día después, Ben Johnson fue el protagonista del mayor escándalo en la historia del atletismo. En el laboratorio de Seúl se había detectado el rastro evidente de los anabolizantes en su muestra de orina. En aquella fecha se desmontó un mito y se comenzó la actual lucha contra el dopaje.
Sin Johnson, la velocidad retornó a un territorio más normal. Varios atletas bajaron de los 10 segundos durante los siguientes diez años, pero sólo el canadiense Donovan Bailey se aproximó a los 9,83 segundos que logró Johnson en el Mundial de Roma. Bailey consiguió la plusmarca mundial en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Con 9,84 segundos, parecía el avance lógico del hombre, el margen de mejora que resulta comprensible en el deporte. Pero lo que hizo ayer Greene alcanza unas proporciones siderales.
Greene había rozado el récord mundial de Bailey en numerosas ocasiones. El pasado año se dio por seguro su ataque victorioso a los 9,84. Pero Greene no lo consiguió. "Me obsesioné con el récord y eso me perjudicó", declaró en el final de la temporada. "Este año sólo me preocuparé por correr al máximo, sin pensar en récords. Si vienen, será en cualquier momento. Sin previo aviso", había declarado hace pocos días después de un comienzo triunfal de la temporada. Sus palabras se han cumplido antes de lo previsto. A falta de más de dos meses para el Mundial de Sevilla, y con las reuniones más prestigiosas todavía por llegar, no parecía que Atenas fuera el escenario del récord y menos aún de una hazaña de este calibre.
Como en la velocidad interviene una multitud de factores, desde los puramente atmosféricos a las vibraciones que sienten los atletas ante una prueba tan explosiva, se puede deducir que todo lo que ocurrió ayer en Atenas fue perfecto. Calor, excelentes atletas (Greene, Ato Boldon, Bruny Surin y Frankie Fredericks figuran en la primerísima división de la velocidad desde hace años) y una carrera sensacional. Greene, compacto como un dado, no tiene el poder de Ben Johnson en el arranque. En Atenas ni tan siquiera sacó ventaja en los primeros metros. Boldon entró en acción mejor y más rápido. Y con la cabeza agachada durante los 20 primeros metros y con la mecánica perfecta que ha aprendido de su entrenador John Smith, el gran guru actual del atletismo en Estados Unidos, Greene siguió la estela de Boldon durante los primeros 40 metros. La victoria se jugó, sin embargo, en los últimos 30 metros. Más resistente a la velocidad, Greene consiguió manter su frecuencia de zancada y la amplitud en el último trayecto. Boldon perdió el paso y sólo pudo actuar como testigo de la proeza de su compañero de entrenamiento.
Ato Boldon consiguió aproximarse al antiguo récord mundial de Donovan Bailey. Estuvo en su mejor versión, pero su magnífica prestación sólo sirvió para multiplicar el poderío de Greene. La marca del estadounidense fue, por tanto, producto de una competencia feroz y de un ejercicio perfecto de control y velocidad, de una máquina que ha devuelto el récord mundial al territorio que marcó Ben Johnson hace diez años. El regreso, en fin, a un planeta que parecía inalcanzable para el hombre.
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