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Montoya, a descenso por año

El meta ha perdido consecutivamente la categoría con tres equipos

Navarro Montoya no ha hecho otra cosa en el fútbol español que bajar a Segunda. Llega, desciende el equipo y se va. El guardameta argentino ha repetido la historia ya tres veces. Lo hizo hace dos temporadas en el Extremadura, su primer club; también 12 meses después en el Mérida, y lo ha vuelto a hacer ahora, con 33 años, en el Tenerife, conjunto que el domingo confirmó la pérdida de categoría después de diez campañas seguidas en Primera. El meta argentino aterrizó en España armado de la buena fama que le reportaron nueve cursos en el Boca Juniors. Como solía jugar muy adelantado y gustaba de manejar la pelota con los pies, muy propio de la escuela suramericana, los ojeadores le pronosticaron un futuro próspero en el fútbol europeo, donde la concepción de portero se había modificado drásticamente tras la prohibición de recibir cesiones con las manos. En realidad, confundieron modernidad con extravagancia. Sus salidas y su juego de pies han provocado muchos más líos en estos tres años de los que han resuelto. Montoya ha dejado buenas intervenciones, pero sobre todo sonoros errores.

Se trata de un tipo con verbo adulador y extraordinaria capacidad para publicitarse, un portero llamativo tanto por su estilo, por su atuendo de exagerado colorido, como por su apodo: igual que su padre, un meta que jugó en Colombia, se hizo llamar El Mono. Hasta lo escribió en su camiseta cuando los apellidos se hicieron en ellas tan obligatorios como los dorsales. Pero no en el Tenerife, donde por orden expresa de su primer entrenador, Juan Manuel Lillo, al que no le parecía serio lo del seudónimo, ha jugado como Montoya a secas. Su promedio de goles en contra ha ido empeorando: 1,26 por partido en Almendralejo; 1,39 en Mérida, y 1,53 en Tenerife. De todas formas, él no suele considerarse responsable de lo que acaba en su portería: si le meten un gol de córner directo, como Benítez en el arranque liguero, la culpa es de André Luiz, que estaba en el primer palo; si le sorprende Esnáider desde el medio campo, los focos le cegaron... Siempre da con una coartada. También para jugar: perdió la titularidad a mitad de curso por una fractura en el dedo y cuando se recuperó reclamó la portería agarrándose a un supuesto código del fútbol que obliga a devolver al once inicial a quien lo deja por lesión.

Firmó dos años más con el Tenerife, pero dicen que cambiará de equipo antes. Con la condición, claro, de no descender más.

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