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Reportaje:

"Brindis" de un ex alcohólico por Rauxa

El número 39 le ha dado a Joan Martí dos motivos de celebración. Cofundador, en 1976, de la asociación de alcohólicos rehabilitados del hospital Clínico de Barcelona, a los 39 Martí logró superar el alcoholismo y estos mismos años son los que lleva conviviendo con su esposa, Núria Sirera, sin la que, asegura, jamás habría logrado escapar de aquel "terrible infierno". Ambos aniversarios tienen para la pareja un significado muy especial, pero en la multitudinaria cena que han organizado para el próximo día 22 en Barcelona han querido ceder su protagonismo a quienes, a diferencia de Martí, "no han podido o no se les ha dado la oportunidad de dejar su adicción al alcohol y han llegado a una compleja situación de abandono familiar, degradación personal y marginación social". Como los alcohólicos sin techo que atiende la cooperativa barcelonesa Rauxa, a la que los 130 comensales invitados a la cena podrán ayudar económicamente depositando sus donaciones en una hucha. "No aceptamos regalos. El mejor obsequio para nuestro doble aniversario es ayuda para Rauxa", afirma Joan Martí. Capitaneada por la doctora Maria Lluïsa Marín, la cooperativa pasa por un momento crítico desde que, el pasado mes de marzo, el Ayuntamiento adjudicó a una empresa privada la gestión del comedor social del Clot, del que Rauxa se ocupaba desde 1995 y en el que empleaba a alcohólicos marginados sin techo (los homeless skid rows) que habían superado su alcoholismo o estaban en proceso de rehabilitación. La cooperativa quedó descartada por no disponer de un documento empresarial, pese a que presentó una oferta económica inmejorable y el más completo proyecto de reinserción. "La cena que hemos organizado es un homenaje a estos enfermos -porque el alcoholismo no es otra cosa que una enfermedad- y a la ejemplar tarea que ejerce la doctora Marín", afirma Joan Martí. El mismo pudo comprobar que la adicción al alcohol arrasa todo lo que encuentra por delante: "A mí me robó los mejores años de mi vida. Perdí la ilusión por mi mujer y mis hijas, me quedé sin trabajo y sin amigos". Lo que al principio eran pequeños problemas familiares fueron engrosándose vertiginosamente como una bola de nieve. "Hasta que toqué fondo", afirma Joan Martí, sin desvelar cómo vivió, ahora hace 28 años, aquella situación límite que le abrió las puertas a la recuperación. Le ingresaron en el hospital Clínico y allí se puso en contacto con el primer médico que supo diagnosticarle su enfermedad y que le convenció de que podía curarse. Antes había peregrinado por las consultas de 14 facultativos. "Ninguno de ellos me había hablado de alcoholismo, sino de depresión, e incluso alguno me aconsejó el ingreso en un psiquiátrico", afirma Martí. La doctora Maria Lluïsa Marín se queja, en este sentido, de la falta de formación de los médicos ante el alcoholismo, pese a que es una de las principales causas de consulta en los centros de asistencia primaria. "Yo misma, cuando salí de la facultad, desconocía la sintomatología del alcoholismo", asegura la doctora. Detectar el alcoholismo antes de que el paciente llegue a situaciones desesperadas evitaría enormes gastos sanitarios y dramas personales, afirma Marín. "Los médicos y la sociedad en general deben hacerse a la idea de que el alcohol es una droga biopsicosocial increíble", añade. Pero además del diagnóstico médico es necesario que el propio paciente reconozca su alcoholismo. Pese a que entró en contacto con el alcohol en la adolescencia, Joan Martí nunca admitió su adicción. Se la negaba a sí mismo y a su familia. Lo mismo sucede con los pacientes de la doctora Marín. Sacarles de la calle es una tarea sumamente difícil, y suelen realizarla ex alcohólicos "porque saben más que nadie cómo convencerles". Luego llega el trabajo de rehabilitación personal, laboral y social. Joan Martí, ahora jubilado, lo perdió todo, pero no a su familia. Su mujer, Núria Sirera, prometió que le salvaría y lo logró. Después de que Martí ingresara en el Clínico, ella pidió al médico que dejara al paciente trabajar con él en la rehabilitación de ex alcohólicos. "Si regresaba a casa, sin trabajo y con sentimiento de culpabilidad, se habría hundido otra vez", afirma Sirera. Desde entonces, Joan Martí invierte horas y esfuerzos en ayudar a quienes pasan por el mismo calvario que él vivió durante tantos años.

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