Un punto de suficiencia
En el partido 100 de Van Gaal, actuó el Barça con el punto de suficiencia exclusivo de un equipo que domina todas las facetas del juego. El control que el club azulgrana ejerce sobre el fútbol español es hoy indiscutible. No sólo tiene la Liga prácticamente ganada sino que ya ha diseñado la próxima temporada con gran naturalidad: desde su posición de ventaja, hay más interés por saber de qué futbolistas se desprenderá que los que incorporará. La previsibilidad y fiabilidad con laque gobierna resulta tan insultante que le ha convertido en un equipo mal visto. Puestos a ganar el campeonato por aburrimiento, el equipó que mejor aburre es el Barça. La inferioridad de sus rivales es tan manifiesta que las jornadas discurren alrededor de lo que ha hecho el equipo azulgrana, que no es poco si se desmenuzan sus partidos.
La suficiencia barcelonista quedó también reflejada anoche en la cancha del Calderón. Desde Valladolid, cuando un gol de Xavi evitó el despido de Van Gaal, el Barça ha aplicado el mismo tratamiento a todos sus contrarios: les esteriliza hasta el punto de obligar a que se hable más de sí mismo y de sus cosas que de los males del otro. No hace distinciones.
Ya ocurrió, por ejemplo, frente al Madrid en el Camp Nou. Le marcó tres goles y dijo basta. Tiene el equipo tendencia a resolver los partidos en sus inicios y después se echa a la bartola. También ocurrió en Tenerife y, en parte, contra Oviedo o Mallorca. Frente al Atlético, mantuvo una actitud tranquila hasta que encajó el gol, como si los resultados de la jornada y el paisaje del partido ya le valieran. Pero al tanto reaccionó con prontitud y eficacia.
Dispone el Barça de tantos recursos ofensivos que siempre encuentra remedió a sus disfunciones. Las jugadas a balón parado le han permitido resolver muchos partidos, ayer una falta le mantuvo a salvo: el 26% de los goles (18 sobre 68) los ha obtenido en acciones de estrategia. Equilibrado el encuentro, volvió el Barça a su rollo: la posesión de la pelota, el toque en corto, el juego perezoso.
Le faltó viveza, imaginación, chispa y también apetito, pues no se ensañó con un adversario desquiciado cuando lo tuyo sometido en el primer tramo del encuentro. No consiguió darle a la pelota la velocidad exigible según la zona por la que discurre y, de nuevo, la ausencia de desmarque en los puntas neutralizó el pase interior. Rivaldo, a disgusto en la banda izquierda, estuvo largo tiempo ausente. Figo tuvo que ofrecerse otro partido para jugarse el uno contra uno. Y Kluivert, pe se a su generosidad, no pudo tirar ninguna pared por la falta de dinamismo del grupo.
La falta de profundidad limitó las ocasiones de gol, pero la autoridad del Barça resultó de nuevo tan estimable que la sensación fue que perdonó al Atlético porque le dio la gana, una actitud de suficiencia propia de un líder.
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