Fernández Díaz consolida una dirección "de facto" sin miembros de la cúpula formal del PP
VIENE DE LA PÁGINA 1 "El gran crecimiento del Partido Popular en Cataluña no vendrá por una o dos incorporaciones de renombre, sino por el acceso por primera vez en la historia a muchos gobiernos municipales después de los próximos comicios", aseguran fuentes próximas al presidente regional, Alberto Fernández Díaz. La dirección del partido está convencida de que los comicios municipales del 13 de junio pondrán fin a 20 años de ostracismo de Alianza Popular (AP) y el PP en Cataluña. La dirección catalana sostiene que el partido ya tiene lazos firmes con la llamada sociedad civil e incluso minimiza las aportaciones que pueda hacer el ministro. "La sociedad civil ya se encuentra en el partido, con Piqué o sin Piqué", asegura un influyente miembro de la dirección catalana. En esta línea se inscribe la próxima creación de un comité de sabios del partido, que buscará mostrar claramente estos lazos e incidir en la sociedad civil a partir de profesionales que militan en el partido desde hace tiempo, al margen de la operación Piqué. Asunto tabú La preocupación por la situación que atraviesa Piqué por su comportamiento fiscal antes de incorporarse al Gobierno es, no obstante, un asunto tabú en los órganos de dirección del PP de Cataluña. De hecho, éstos han ido vaciándose progresivamente de contenido político y han adquirido un perfil cada vez más técnico. "Hace muchísimo tiempo que en las ejecutivas no se habla de política", afirma un miembro de la ejecutiva crítico con Alberto Fernández Díaz. El líder del PP catalán, que relevó a Aleix Vidal-Quadras en septiembre de 1996, ha integrado a antiguos vidalquadristas en la dirección, pero a cambio ha consolidado un núcleo de dirección política que no tiene ninguna correspondencia con la dirección formal. El núcleo de confianza de Fernández Díaz se reúne periódicamente para esbozar la estrategia del partido como una auténtica dirección de facto que actúa de forma paralela y está integrada por Jorge Fernández Díaz, secretario de Estado de Educación; Francisco Marhuenda, jefe de gabinete del ministro de Cultura; Enrique Lacalle, delegado del Gobierno en el Consorcio de la Zona Franca; Antonio Ainoza, presidente provincial; y, desde hace poco, Santiago Fisas, candidato conservador a la alcaldía de Barcelona. La mayoría de ellos llevan muchos años trabajando juntos en política y el grupo adquirió cohesión como oposición interna a Vidal-Quadras. Pero ningún miembro de la actual dirección formal, salvo lógicamente Alberto Fernández, ha logrado incorporarse a este selecto grupo que toma las decisiones políticas que afectan a Cataluña. Ni el portavoz en el Ayuntamiento, Emilio Álvarez; ni el presidente del grupo parlamentario, Josep Curto; ni el secretario general del PP y teórico número dos del partido, Rafael Luna, tienen voz en este poderoso órgano informal. Como tampoco lo tiene ningún otro miembro del organigrama político que formalmente constituye la dirección catalana. La pérdida de peso de la dirección formal se ha puesto recientemente en evidencia con un gesto ilustrativo: al vicesecretario de organización, téorico número tres del partido, Fernando Martínez, se le ha retirado el despacho que tenía en la sede regional. El motivo esgrimido es la falta de espacio en la pequeña sede central del partido, en la calle de Comte d"Urgell de Barcelona. Desde hace varias semanas, el despacho de Martínez, que ocupa formalmente el cargo equivalente de Felip Puig en Convergència y de José Montilla en el Partit dels Socialistes, es ocupado por el jefe de gabinete de Alberto Fernández. A pesar de que en un año se celebrarán cuatro elecciones, el responsable de organización del PP catalán ha perdido su despacho en la sede.
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