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Tribuna
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La salida

Las radios están alertando a los excursionistas de los próximos días para que sean cuidadosos con sus salidas al campo. Hasta hace poco la naturaleza constituía una coreografía idónea para ponerse al servicio de los habitantes urbanos, pero ahora tal consideración es profundamente reaccionaria.El medio ambiente respira, palpita, piensa, sufre enfermedades y momentos críticos como el que tiene lugar en las primaveras. Las aves, los mamíferos, los bulbos, las orugas, atraviesan momentos de extrema delicadeza durante estos días.Unos seres se encuentran concibiendo en un instante crucial y otros bucean entre los velos de una metamorfosis cuya interrupción desencadenaría efectos monstruosos. Ante la estampida de Semana Santa, el panorama natural se encuentra, pues, altamente amenazado. De este peligro, de este pavor biológico, no sabíamos nada hace unos años pero ahora vivir en este mundo conlleva, si se pretende ser moderno, una incesante conciencia de su biodiversidad. Tal es la base para constituirse en un ejemplar integrado y no en un depredador, un intruso o un contaminante más.

El taoísmo proclama: "Si quieres ser feliz un día, emborráchate. Si quieres ser feliz un año, cásate. Si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero". Una sentencia así, en su parte tercera, podría sonar a chino. Ahora, no obstante, de acuerdo al prestigio que han ganado los insectos y los vegetales, las hormigas, las hierbas o las infusiones, no hay nada más inteligente y elegante que la felicidad unida a la botánica. Progresivamente el monte, el campo, las marismas han dejado de significar la materia prima pendiente de ordenar por la mano de los hombres. Más bien, el caos radica hoy en la ciudad y es fuera de su influencia donde se reconoce una exquisita armonía, expuesta a la llegada de las masas.

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