"De Aznar nace todo"
300.000 watios de luz, madera de cerezo y una pantalla gigante para entronizar al líder
De nada sirve viajar al centro, ni siquiera llegar, si luego la aventura no sale por televisión. Así que el PP, después de tantos años de camino -"¿de dónde vendrían", ironizó Alfonso Guerra por la mañana-, se esforzó ayer en retransmitir la llegada milimétricamente, cuidando cada detalle, no fuera a ser que el respetable se quedara impasible ante tamaña proeza.Desde hace siete días, con algunas de sus noches incluidas, dos centenares de operarios de la empresa FCS se han esforzado en construir un escenario de luz y sonido capaz de transmitir, de un solo vistazo, el siguiente mensaje: "El presidente, en el centro. Hacía él, todas las luces, todas las miradas. De Aznar nace todo, hacia ambos lados, a su izquierda y a su derecha; todo el espacio se centra en él".
La frase, que se las trae, fue pronunciada ayer por Raúl Gascón, el productor jefe de FCS, y, aunque lo parezca, no se refiere -¿o sí?- al nuevo devocionario del partido. "La idea sobre la que hemos trabajado", se explaya Gascón, feliz con el resultado, "es la de centrar la imagen del presidente, arroparlo con luces cálidas y con maderas nobles, también con la más alta tecnología. Que su imagen siempre esté presente".
Luces azules y madera de cerezo envolviendo al líder, sentado en la cúspide -ora con chaqueta, ora sin ella-, rodeado por sus hombres, multiplicada su imagen por tres pantallas gigantes, un enorme televisor de 38 metros de largo por cuatro de alto; muchas pulgadas en continua animación. La que le quisieron dar tres cámaras fijas y otras tres cabezas calientes, que así se llaman en el argot televisivo esas cámaras que cuelgan de una pértiga y sobrevuelan el aire enfebrecido de los conciertos. También una steady cam (uno de esos aparatos que camarógrafos fornidos arrastran trabajosamente por el escenario); y 20.000 watios de sonido, y otros 300.000 de luz, y 20 focos robotizados, capaces de girar 360º, para la izquierda y para la derecha, sin perder nunca el centro. Todo para iluminar al líder, para que se le oiga al jefe, sentado ante 140 metros cuadrados de metacrilato en pendiente, una especie de mar azul y verde que le separa de los casi 3.000 compromisarios, mortales -ellos sí- al fin y al cabo.
Un compromisario, un voto, dice la letra de cualquier congreso. Para que eso sea posible, a cada uno se le entregaron, junto a su acreditación, tres cartones para votar. Uno blanco, para abstenerse; uno amarillo, para votar sí. El cartón del no nadie lo usó ayer. Era rojo. Sería por casualidad.
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