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Refranes de otoño

El refranero climático de las tierras valencianas meridionales proviene de épocas en que las actividades primarias, con la agricultura en primer término, imponían el ritmo de vida; de ahí que una gran mayoría de estos dichos guarde relación con aquellas ocupaciones o aluda a los riesgos meteorológicos más temidos cada mes o estación. Por ello no puede extrañar que para otoño abunden los relativos a diluvios, riadas e inundaciones, sin que falte tampoco la referencia a los primeros fríos ni a la sequía, que, al prolongar la estival, malogra el tempero de los secanos o, incluso, amenazaba el abastecimiento de masías y poblaciones. El periodo con máximo riesgo de diluvios transcurre de mediados de septiembre a idénticas fechas de noviembre, con ápice en octubre; en contrapartida, esos tres meses pueden resultar muy secos. Son esos extremos, tan opuestos, los que dan pie a la exclamación "Setembre, octubre i novembre, busqueu qui vos governe!". La posibilidad de uno u otro de los perjuicios aludidos en septiembre queda reflejada por dichos del tenor siguiente: "Septiembre es el mes más malo que el año tiene" o el que advierte "Septiembre, se tiemble: lleva los puentes o seca las fuentes". Ejemplos bien recientes de ambos comportamientos ha tenido la capital alicantina, donde el último septiembre ha transcurrido sin lluvia, a diferencia del anterior, en que, el día 30, padeció una fortísima tromba, causante de mortíferos aguaduchos en el casco urbano; este régimen pluviométrico, tan adverso y dispar, queda caracterizado mediante la afirmación popular de que "En Alacant plou poc, peró quan plou, plou prou", resaltando que las precipitaciones, aunque escasas, suelen caer en forma de chaparrones y, a veces, de nubadas. Esa inquietud por la exposición de aguaceros copiosos y de gran intensidad horaria informa otros muchos refranes; así, por ejemplo, los que dicen "Septiembre es bueno si del uno al treinta pasa sereno", "Per setembre el mal temps és de tembre" o "Temporal per Sant Miquel, Déu et guarde d"ell". Pero no deja de preocupar también el problema de la sequía y de que ésta no impida la sazón y buena disposición de la tierra para las sementeras y labores; este es el fundamento de expresiones tales como "La otoñada verdadera, por San Mateo las aguas primeras" o la equivalente de "Otonyada verdadera, per Sant Miquel la pluja primera" y otras aún más explícitas, como la que avisa "Si vols bona sementera, per Sant Mateu l"aigua primera". Con todo, el mes más temible de aguaceros desaforados es, con diferencia octubre, que concentra la gran mayoría de las peores riadas e inundaciones valencianas; baste tan sólo recordar la de 1982 en el Júcar, la de 1957 para el Turia o la de 1973 en la cuenca del Segura, amén de otras muchas con cumplida noticia en los anales hidrológicos. Semejante peligro, tales desastres, no podían, en modo alguno, pasar desapercibidos o caer en el olvido; aún en el supuesto de que faltase la rica documentación escrita, la memoria histórica, fruto de una antiquísima experiencia transmitida de generación en generación, recordaría, con intención de prevenir, estos luctuosos sucesos. Buen número de refranes sintetizan la predisposición octubreña a crecidas desmadradas y colosales avenidas en los grandes ríos, ramblas, barrancos y ríos-ramblas levantinos. De una rica cosecha hemos espigado algunos de los más expresivos, con juicios tan negativos como los que siguen: "Octubre es mes de historias, que deja malas memorias" u "Octubre todos los males descubre". Al igual que siglos atrás los navegantes hispanos recurrían al santoral para bautizar los huracanes, otro tanto se hizo con los desastres fluviales, como el célebre de Santa Teresa (14-15 de octubre de 1879), el mayor de que hay noticia histórica en la cuenca del Segura, que devastó, entre otras comarcas, la Vega Baja. Tras una larga e intensa sequía, que duraba cuatro años ("A gran secà, gran remoullà"), la catástrofe sirvio de acicate para la reconstrucción del pantano de Puentes, sobre el Guadalentín, protagonista y principal responsable de aquélla; con dicho suceso guardan inequívoca relación frases como "Por Santa Teresa, agua en las presas" o "Santa Teresa llena las presas". Pero hay, por otra parte, el advertimiento de que octubre puede deparar tiempo muy vario ("El tiempo en octubre, loco, derrama de todo un poco"), y asimismo la esperanza de una lluvia no dañina sino mansa y beneficiosa; por eso, "Otonyada segura, Sant Francesc la procura", "Otonyada verdadera, per Sant Francesc la primera" o "A la primera aigua d"octubre, el grá llançarás y cobrirás". Tras octubre, tampoco son exepcionales los temporales en noviembre, y, por el contrario, suyo es también el denominado "veranillo de San Martín", si bien el mes resulta más notorio por el descenso de las temperaturas, que preludia el invierno, y, dado que el territorio valenciano es una fachada mediterránea apoyada en las montañas, en éstas el frío madruga y es más intenso, diferencia espacial que aparece en los refranes de las respectivas áreas. Así, en los sectores motañosos y tierras interiores no resulta sorprendente "Per Tots Sants, els camps blancs", porque "A Tots Sants, neu als alts", como consecuencia de que "De Tots Sants a Nadal, hivern és en veritat". Por su carácter benigno, la percepción del invierno se demora en la franja litoral, a pesar de que sus refranes insistan en que el mes pone fin a una estación que astronómicamente no finaliza hasta el 21 de diciembre, y así lo encarecen, entre otros, "Quan novembre acaba, l"hivern comença" o su variante "Novembre acabat, hivern començat". Por último, como cabe esperar, el frío es el motivo, reiterado hasta la saciedad, en los dichos relativos a diciembre ("Pel desembre es gelen les canyes, i es torren les castanyes", "Pel desembre gelades, migues i esmorzades", "Per Sant Tomas el fred al nas"....). Y, para concluir, una recomendación que, lejos de todo aforismo, se limita a hacer patente que en este enorme caudal de conocimiento empírico y sabiduría popular del refranero climático aparecen atestiguadas situaciones atmosféricas que, más o menos insólitas, se imputan hoy, sin más, al supuesto cambio climático.

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