El escenario de los sueños
Una gran pancarta en el Gol Gran recuerda a todos los espectadores, desde hace meses, que 1998 es el año de Mestalla. El pasado 20 de mayo, el viejo campo del Valencia cumplió 75 años. Un día de primavera de 1923, el Valencia CF dejó el improvisado campo de Algirós para instalarse en un coqueto estadio, con capacidad para 17.000 espectadores, cuya construcción había costado poco más de 300.000 pesetas. Bautizado, como su predecesor, con el nombre de una de las acequias que riega la huerta, el nuevo campo se construyó para satisfacer el enorme auge que comenzaba a experimentar el fútbol en la ciudad. Un Valencia-Levante sirvió para inaugurar el que sería escenario de los sueños de varias generaciones. En aquella época, Mestalla estaba rodeado de huertos, ubicado en las afueras de la ciudad. Pero, con los años, la ciudad fue creciendo y absorbió el viejo campo hasta convertirlo en uno de los más céntricos de cuantos existen en España. Se podría escribir una historia urbanística de Valencia tomando como eje el estadio más antiguo de la ciudad. Hablar de las tres grandes ampliaciones que han dotado al coliseo valencianista de una infraestructura a la altura de los mejores estadios europeos y de una capacidad para 60.000 espectadores. De cómo se derrumbó un barrio entero para adecentar los accesos al campo para el Mundial de 1982 o de cómo alrededor del estadio ha crecido una de las zonas más bulliciosas de la ciudad. Mestalla ha visto cómo el Valencia se proclamaba campeón de Liga en cuatro ocasiones y de la Supercopa europea en una, ha sido escenario de seis finales de Copa, ha acogido partidos del Mundial del 82 y de los Juegos Olímpicos del 92, y ha asistido al debú en España de jugadores mágicos como Pelé o Maradona. Sobre su césped, además, se han disputado partidos épicos: la remontada frente al Real Madrid en 1991, la eliminatoria copera frente al Athletic, en 1950, resuelta después de dos prórrogas, o el agónico final de Liga de 1983, en el que el Valencia salvó la categoría y, de rebote, dio el título al Athletic. Aunque detrás de esa mítica futbolística hay detalles que quedan más en el corazón que un impredecible regate o un bello gol. Los entrañables mensajes publicitarios que recomendaban los mejores pollos asados de los sesenta, el insólito marcador de neón que dominaba el gol Norte, la estratagema de los encargados de la iluminación para encender las luces al unísono provocando la admiración del respetable, o aquellos programas de mano que, a semejanza del fútbol inglés, repartía el club entre los aficionados: un recuerdo colectivo que alcanza, incluso, a aquellos a los que no les gusta el fútbol. Los que acudieron a Mestalla para ver conciertos de música, mítines políticos y hasta un final de etapa de la Vuelta Ciclista a España. Todo esto lo ha recogido el periodista Paco Lloret en su libro Camp de Mestalla, Un recorrido por la historia, que ha publicado la Fundació Bancaixa. Tras casi dos años de trabajo, la historia compendia no sólo los 32 años de espectador que ha procesado la memoria del propio autor, sino también el testimonio de todos los que, de una manera u otra, han forjado la leyenda del estadio. En él, caben las grandes gestas del Valencia y de otros equipos, pero también los grandes escándalos, los arbitrajes malditos y hasta aquella invasión de campo que desencadenó la instalación de vallas para separar a los futbolistas del público. Fascinado desde niño por la grandeza de Mestalla, Lloret apostilla: "Al fin y al cabo, es el primer campo de fútbol al que se le dedica un libro".
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