Patricio Gonzalez, en su cantón
T iene Patricio González un superávit de energía que resulta insólito -y poco aconsejable- en un cardiópata. Es de esos alcaldes omnipresentes que aparecen en todas las fotos hasta llegar a convencer a sus electores de que gozan del don de la ubicuidad. Cuando en 1991 llega a la alcaldía de Algeciras, Patricio González es comparado, inevitablemente, con su correligionario y homólogo de Jerez, Pedro Pacheco, del que ahora está bastante distanciado. Estar distanciado es lo normal en el Partido Andalucista, un partido demasiado pequeño como para dar cabida a tantos y tan lustrosos egos. Pero la comparación con Pacheco resultaba inevitable, porque Patricio González demostró desde el principio que iba a ser un alcalde de perfil singular, de esos cuyas señas se terminan imponiendo a las de su partido. Los periodistas algecireños recuerdan a Patricio González como un hombre tenaz que recorría las redacciones de su ciudad llevando en propia mano los comunicados del Partido Andalucista. Los periodistas no acostumbran a valorar mucho la tenacidad en los personajes noticiosos. Suelen considerarla una tabarra, pero terminan rindiéndose ante ella. Con Patricio González y gracias también a las endémicas crisis de autofagia del PSOE algecireño, los andalucistas fueron ganando terreno hasta multiplicar en 1991 su número de concejales, que pasó de 2 a 8. Ya en la alcaldía, Patricio González ha insistido en un discurso más localista que andalucista. Este tipo de discurso es siempre bien recibido en un país en el que el federalismo derivó en cantonalismo y en el que el patrioterismo se desarrolla con lógica infinitesimal, ante el contento, se supone, de los fabricantes de banderas. En Algeciras prendió bien el localismo de su alcalde. Es Algeciras una ciudad fronteriza, de aluvión y en la que el desarrollismo tapó todas las raíces, lo que es un excelente abono para los sentimientos centrífugos. El cantonalismo, precisamente, se daba con mayor facilidad en ciudades portuarias y estratégicas como Algeciras, lo que quizá sea síntoma de que, un siglo y pico después, aquel espíritu sigue vivo. Además, el Campo de Gibraltar siempre ha reivindicado un trato administrativo especial. La capital, Cádiz, está muy lejos y las comunicaciones con ella nunca dejaron de ser pésimas. La vieja reivindicación de convertir el Campo de Gibraltar en novena provincia se transformó pronto en la principal exigencia de Patricio González, lo cual, dicho sea de paso, entra en contradicción con las clásicas tesis andalucistas, partidarias de la comarcalización y contrarias al sistema de provincias existente. Cuando se ha logrado levantar un estandarte, ya sólo hace falta un antagonista, una bestia negra en la que encarnar la maldad que permita cohesionar aún más las propias fuerzas. En las últimas semanas, Patricio González ha encontrado su bestia negra en Carmeli Hermosín, la consejera de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía, una persona que entre sus virtudes políticas no incluye precisamente la de la flexibilidad. El Ayuntamiento de Algeciras declaró a Hermosín persona "non grata" después de que la consejera hiciera pública su oposición a la segregación de la Audiencia de Cádiz, decretada por la ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante. De paso, el Ayuntamiento mandó también condecorar a la ministra. Que su partido gobierne en Andalucía en coalición con el PSOE no fue un freno para el alcalde de Algeciras. En esta guerra, Patricio González ha ido sumando partidarios entre su electorado, a la vez que sus correligionarios de fuera de Algeciras iban marcando distancias. En su contra, naturalmente, también se ponían las fuerzas vivas de la capital gaditana, que tiene en la capitalidad su última industria y teme que cualquier merma de competencias acentúe su ruina. Incluso sus detractores destacan en Patricio González su terca laboriosidad, que le hace olvidar sus serios problemas de salud. A base de tenacidad, el alcalde de Algeciras ha tratado de dar a su ciudad una apreciable actividad cultural. Sus gustos en este terreno son los típicos de los andalucistas. Los que lo conocen dicen que es seguidor de Carlos Cano y del toreo clásico de Curro Romero y Julio Aparicio. En cuestión de deportes, es -no podría ser de otro modo- seguidor del Algeciras Club de Fútbol. Los que no aprecian mucho a Patricio González creen que sus defectos políticos son fruto de su personalidad y de su falta de freno. Lo describen como el ego más hinchado de Andalucía, lo cual quizá sea mucho decir teniendo en cuenta la gran competencia que existe en nuestra comunidad; especialmente, en el campo de la política. Pero también es cierto que son pocos los alcaldes andaluces que tienen una plaza con su nombre, como la tiene Patricio González en Algeciras, y pueden exhibir en su casa un busto con la propia efigie.
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