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El Atlético sigue esmirriado

El Atlético sigue esmirriado. Sostenido sólo por el discurso alentador de Sacchi, que no desespera, el Atlético pasó por Valencia inadvertido. El equipo rojiblanco sucumbió ante la frescura y naturalidad que ofreció el Villarreal, un conjunto que lleva disfrutando desde que consumó el ascenso. Cada victoria del Villarreal en pretemporada es una buena excusa para que la grada saque las serpentinas. Y si es ante el Atlético, uno de los candidatos al título, todavía con más razón. Y así lleva el Villarreal toda la pretemporada. Con el regocijo en el cuerpo. Todo lo contrario que el Atlético, metido en una espiral de resultados negativos que ha puesto en entredicho los métodos de Sacchi. Desde las victorias ante el Chelsea y el Vitesse, el equipo rojiblanco no ofrece algo coherente. La fatiga, el método o a saber qué, pero el Atlético salió ayer encogido y timorato. La imagen que ofreció el conjunto de Sacchi en el primer periodo fue lastimosa. En el segundo tiempo intentó rehacerse, pero en vano. Incapaz de ofrecer algo digno, el Atlético estuvo a merced del Villarreal, que sin tanto bombo hizo más fútbol. Porque de eso se trata. El Villarreal no necesitó de grandes alardes para arrinconar al Atlético, que por momentos dio la sensación de que no podía más, que asumía un papel secundario en el partido. En realidad, ese fue su cometido: secundario. En ninguna faceta del juego resucitó el Atlético, que atraviesa por un momento deprimido. Menos mal que la derrota estimula a Sacchi. O eso dice él.

El gol de Moisés puso de manifiesto la apatía que sufría ayer el Atlético, cuya credibilidad se ha hecho añicos en los últimos días. Moisés remató ante la indiferencia de la defensa rojiblanca, que llevaba dando señales de alarma un buen rato. La descoordinación de la zaga rojiblanca fue total. Craioveanu zarandeó a la defensa durante todo el partido. Pero cuando no fue el rumano, fue Moisés. Y así, hasta que llegó el gol, que acabó de hundir al Atlético, que no dispuso de una ocasión que valiese la pena.

El Villarreal tuvo la habilidad de aprovechar todas las deficiencias que sufre actualmente el Atlético. En todas las líneas. La zaga estuvo despistada y apática; el medio campo fue estéril y la delantera no existió. Visto el panorama, Sacchi remozó el equipo en el segundo periodo. El Atlético trató de dignificar su actuación, pero fue incapaz. Ante un Villarreal que no necesita de ningún periodo de adaptación, el grupo de Sacchi sucumbió a la sencillez de que hizo gala el conjunto de Irulegui.

Sin capacidad de reacción, el Atlético se descosió totalmente. Juninho intentó revitalizar al grupo rojiblanco, pero sólo fue un amago. Hasta que Albelda le atizó una patada que acabó con el brasileño en el banquillo de nuevo. Como se veía impotente, el Atlético comenzó la gresca. Patada aquí, empujón allá. Ésa fue la imagen que dejó un Atlético muy disminuido en Mestalla.

Por el otro lado, el Villarreal refuerza cada vez más su optimismo. Con un equipito de andar por casa, sin fichajes rutilantes, pero con los pies en el suelo, el conjunto de Irulegui mantiene su ilusión intacta.

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