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Croacia no renuncia a la final

Los jugadores croatas combinan talento y experiencia

Àngels Piñol

Dinamarca, campeona de Europa en 1992; Bulgaria, semifinalista en Estados Unidos en 1994; Checoslovaquia, entre las cuatro mejores en la Eurocopa de Inglaterra en 1996; Croacia, a un solo peldaño del podio en Francia. El factor sorpresa, la carta escondida del Mundial. El equipo de Miroslav Blazevic dinamitó el sábado en Lyón todas las previsiones: goleó con relativa comodidad a la poderosa Alemania, vigente campeona de Europa y una aspirante al título por ser quien es. Pero con el nombre y el consabido espíritu alemán no sirven siempre para sobrevivir. Los alemanes fueron riduculizados ante el talento, el entusiasmo y la exaltación nacionalista croata en su primer Mundial. Humillados por la prensa alemana, Suker, Boban y Vlaovic dieron lo mejor de sí mismos. Sin presión, sin nada que perder, lograron dar la vuelta a la historia."Esto es algo muy grande para un país tan pequeño. De momento, estamos entre los cuatro mejores del mundo. No me gusta que siempre los grandes acaben ganando. Ha quedado demostrado que los pequeños también sabemos jugar a fútbol y podemos ganar", dijo Davor Suker, eufórico tras la victoria histórica que acababan de firmar. Algo de razón tiene: Alemania tiene más licencias federativas (6 millones) que habitantes Croacia (4 millones de habitantes por 78.000 licencias federativas). Y el ánimo de revancha también pesó: Tras la independencia conseguida en 1991, Croacia se estrenó en la Eurocopa de 1994 y cayó en cuartos de final ante Alemania (2-1) en un partido teñido de polémica. "Desde entonces, soñamos con este partido, con esta victoria y lo hemos conseguido. Es un día magnífico", dijo Vlaovic, autor de primer gol.

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La experiencia empieza a pesar. El equipo de Miroslav Blazevic perdió aquél partido ante Alemania tras ganar por 0-1. "Y ya sabemos qué pasa: si te echas atrás con ese resultado, es muy peligroso. Con los alemanes siempre hay que ir al ataque. No te puedes fiar", explicó Jarni. Escarmentados por ese fracaso y por su justa clasificación para el Mundial -superó en la repesca a la Ucrania-, los croatas han huído del conformismo y pelean con un contraataque letal hasta el último segundo. Su vida como selección tiene apenas siete años, pero sus jugadores no son unos advenedizos. Muchos de ellos juegan lejos de Zagreb y están repartidos por los clubes más potentes de Europa.

La lista la encabezan Suker, en el Real Madrid, y Boban, en el Milan. Pero otros jugadores juegan también en importantes clubes europeos: Stanic (Parma), Bilic (Everton), Jarni (Betis) o Vlaovic (Valencia). Y eso que Prosinecki está en el banquillo -"Estoy algo tocado", dice él-y Boksic, del Lazio, que acaba de fichar por el Milan, está lesionado.

Pero hay alguien a quien no le extraña el éxito croata. Robert Budzinski, director deportivo del Nantes, vaticinó hace meses su clasificación para las semifinales. "Si prescinden de su individualismo, llegarán. Boban, Suker y Prosineki son tipos que se salen de lo normal", afirmó. En medio de un fervor nacionalista -Yugoslavia no logró superar los octavos de final-, Croacia ya no renuncia a nada. Saben que como mínimo jugarán el partido de consolación para el tercer y cuarto puesto. "En el fútbol somos once contra once. Francia es favorita pero vamos a tener nuestra oportunidad", dijo Suker.

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