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Hervidero

ADOLF BELTRAN No paran. El ajetreo político de este final de curso es tan intenso como, a menudo, desconcertante. Tiene que ver, sobre todo, esa efervescencia con el año electoral que se avecina, pero también con otros factores que revelan estados de convulsión interna en los partidos políticos, justifican codazos grotescos entre socios y alientan más de una increíble huida hacia adelante. La política valenciana ha empezado a hervir y quedan todavía muchos meses para que se decante la sustancia. Sin embargo, el resultado final dependerá de los condimentos que ahora se manejan. Las primarias del PSPV-PSOE son, sin duda, el ingrediente más insólito y arriesgado. Esa campaña, sólo en parte interna, de candidatos que recorren bares, plazas y agrupaciones en busca de las bases socialistas, deparará luces y sombras, pero habrá abierto un camino de imposible retorno. Tras el efectivo pronunciamiento de los militantes, será curioso analizar algunas de las cosas que se han dicho, hecho y publicado en el proceso previo. De momento, las primarias han movilizado a un partido que necesitará mucha aplicación y entusiasmo, pero fundamentalmente una política, para desbancar a la derecha del Gobierno valenciano y de las corporaciones locales. En el Partido Popular, el pulso con su colega de gobierno, Unión Valenciana, a cuenta de la memoria de Vicente González Lizondo, fundador del regionalismo anticatalanista y, al final, caudillo derrotado y expulsado por sus propios discípulos, se juega desde el oportunismo sobre un terreno estrecho pero electoralmente decisivo de la derecha valenciana. La coalición gubernamental, así, escenifica con escasa discreción sus desencuentros, mientras el presidente de la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana, acentúa la alergia a su despacho oficial en el Palau y viaja, si no al extranjero, de primera piedra en primera piedra, por toda la geografía de la Comunidad Valenciana. El goteo judicial del escándalo por el contagio de hepatitisC en dos hospitales valencianos y la persistente traca de protestas educativas, ¡a final de curso!, resultan dos componentes de efecto imprevisible sobre la imagen del Partido Popular después de las vacaciones. Este verano, todo se cocerá a fuego lento, con la ciudadanía sumida en un relajado y sano escepticismo porque habrá tiempo de sobra para probar el guiso.

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