El Madrid se resiste a morir
El Madrid se jugaba la vida en el envite. El Leganés no se jugaba nada. Una derrota hubiera significado el descenso inmediato del filial blanco; una derrota, al Leganés, le importaba un comino. Ganó el Madrid, por supuesto. ¿Acaso cabía alguna duda?Lo que no caben son suspicacias. Porque la lectura del partido es de una sencillez abrumadora. Se enfrentaban un conjunto con la soga al cuello, deseoso de comerse el mundo, y otro que carece ya de aspiración alguna. Y al que le pudo la apatía.
El fútbol necesita tensión. Y el Leganés sólo la tuvo a ratos. El Madrid, en cambio, puso los cinco sentidos en el empeño. Con espartana disciplina. Con pánico, claro, pero también con unas irrefrenables ganas de patear su destino. Rechazó con suficiencia el inocente peligro que le llegaba y desbarató la fortaleza del tranquilo Leganés, que no decía nada, que no daba porque ni siquiera amagaba. Que tardó media hora en lanzar a puerta. Y no logró repetir experiencia.
Un sólo jugador del Madrid, Mixta, probó más veces fortuna que todo el Leganés. Hasta en cinco ocasiones lo intentó. En su empeño por marcar, en la seguridad de García Calvo y en la lucha de los centrocampistas apoyó el Madrid su juego. Y no le resultó complicado salir indemne del primero de los tres juicios sumarísimos que le quedan. El gol llegó de la mano de Iván Pérez, que luchó un poquito por un balón, lo mandó a puerta merced a un seco tirito y contempló extasiado cómo Julio Iglesias se tragaba aquella diminutiva andanada.
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