Ganar en Minnesota
Los Wolves, un equipo perdedor desde su ingreso en la NBA, saborean días felices
Pat Riley, el entrenador de los Miami Heat dijo una vez que el éxito es siempre muy relativo. Nadie lo sabe mejor que los Minnesota Timberwolves. Los Wolves han sido constantes perdedores en una Liga en la que todos los equipos tienen, tarde o temprano, una opción legítima de convertirse en ganadores.Cuatro equipos nuevos se integraron a la Liga NBA en 1988 y 1989. Tres de ellos -Miami, Orlando y Charlotte- han bebido en la fuente del éxito. Todos han jugado los playoffs, y Orlando incluso alcanzó las finales frente a Houston en 1995. Los Timberwolves, mientras tanto, han sido incapaces de huir del estigma de la mediocridad.
Los ejecutivos de Minnesota han tomado muchas decisiones erróneas. Pero, además, Minnesota no es lo que podría llamarse una franquicia con suerte. Mientras Charlotte y Orlando se turnaban para elegira los dos mejores jugadores universitarios en el draft, a los Wolves la mayoría de las veces les correspondió elegir en quinto lugar. Así que mientras Charlotte y Orlando eran capaces de construir equipos muy sólidos alrededor de jugadores como Larry Johnson o Alonzo Mourning y Shaquille O'Neal o Penny Hardaway, los Wolves se tenían que conformar con jugadores como Felton Spencer o Donyell Marshall.
Ganar 30 partidos en la NBA no es una gran marca. Estar bordeando el 50% de victorias en el mes de marzo está al alcance de muchos equipos. Pero para Minnesota era un objetivo tan poco realista que ningún observador hubiera apostado por ello al inicio de esta misma temporada. Pero esta campaña, los perennes perdedores del Norte han conseguido el respeto tantas veces negado. Por primera vez en sus ocho años de existencia, finalizaron los meses de enero y febrero con más victorias que derrotas.
Para Doug West, el único jugador que permanece en la franquicia desde sus comienzos en la NBA, el camino ha sido largo, oscuro y muy penoso. "Muchos jugadores se quejan cuando sus equipos tienen una temporada perdedora", señala West. "Yo siempre les digo que he vivido siete temporadas seguidas sin saber lo que significa ganar; sin ni siquiera soñar con los playoffs".
Sin embargo, esta temporada sólo una catástrofe impedirá a los Wolves jugar los playoffs. ¿Qué ha pasado en Minnesota para que las cosas cambien? Una gran parte del crédito hay que dárselo a Kevin McHale, un antiguo jugador de los legendarios Celtics de los años ochenta que sabe ciertamente algo sobre ganar y, además, a lo grande.
McHale, nombrado vicepresidente ejecutivo encargado de baloncesto en mayo de 1995, empezó a encadenar decisiones acertadas: nombrar a su antiguo compañero de universidad, Flip Saunders, entrenador y apoderado general; arriesgarse a firmar a un jugador de instituto, de 18 años, que no había jugado un solo minuto de baloncesto universitario (Kevin Gamett); envió a Donyell Marshall, uno de los mayores fiascos de la década, a los Golden State Warriors a cambio del alero All-Star, Tom Gugliotta, y en el mismo día del draft de 1996, envió a Ray Allen, elegido por Minnesota, a Milwaukee a cambio de otra estrella adolescente: el base Stephon Marbury; un fenómeno de sólo 20 años. Gugliotta, Garnett y Marbury forman ahora el esqueleto de un equipo que puede ser muy especial en los próximos años.
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