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OCTAVOS DE FINAL DE LA COPA DEL REY

En el último minuto

El Atlético logra una renta cómoda ante el Compostela con un gol en el suspiro final

El partido bailó sensaciones hacia todos los lados. Sucesivamente, el Atlético fue teniendo la eliminatoria encauzada, comprometida, complicada y, finalmente, casi resuelta. Lo contrario que el Compostela, que salió del campo con un rebote de mil demonios contra el colegiado, Carmona Méndez, por desautorizar a su auxiliar de banda en el último lance del choque. El linier levantó su bandera tras el pase de Caminero, pero el árbitro dio por buena la posición de Geli y Kiko y legalizó el gol. Tuvo el encuentro todos los síntomas alocados de la Copa. Bueno, todos menos los goles. Sólo hubo dos, ambos del lado rejiblanco, pero con pinta de suficientes.Nació la contienda vencida hacia una sola portería, la del incombustible Fernando. La superioridad del Atlético era aplastante, visible y exagerada. Tanta, que amenazó con candar para siempre la cuestión. Ton¡ dio el pistoletazo de salida con un gol soberbio: resolvió con un inteligente autopase el achique del rival y, ya en el área, rompió la pelota con su zurda. Luego, Kiko cogió el relevo. Se inventó no sé qué extraño regate por aquí, no sé qué pase imposible por allá, no sé qué control por aquel lado... y descosió al Compostela, lo dejó entregado para la goleada. Pero Esnáider y, sobre todo, Caminero, dejaron en nada la exhibición del gaditano.

Resulta que Kiko se sacó de la chistera uno de sus centros antifísicos y dejó de una sola vez a la defensa rival doblada y a Caminero ante Fernando. El centrocampista pudo asegurar el gol con regalarle el balón a Esnáider, que corría a su lado, pero escogió la opción personal: amagó, regateó hacia afuera y, ya con el cancerbero en el suelo, mandó la pelota contra la red, pero por fuera. Caminero no sólo desperdició la ocasión, también. se tiró a la afición encima. Vivió el resto del partido increpado. Le Regaba el balón y las gradas se lo comían con una pitada. Son las secuelas del verano, de su amago de huida y todo eso. Caminero ha perdido el carisma entre el colchonerismo,que ya no le perdona una. La bronca, aderezada con la debilidad física en la que le dejó su gastroenteritis le sacó del partido. Y, en realidad, también al Atlético.

Porque cumplida la primera media hora, el equipo de Antic se apagó de pronto. Perdió fuerza en la presión y lucidez en la creación. Dejó venirse arriba al Compostela y empezó a notar comprometida una eliminatoria que creía bien encarrilada. El gol rondó la puerta de Molina: Christensen (m. 35) envió fuera una servicio franco de Lekumberri; Gelí (m. 38) sacó bajo los palos un remate del danés que ya entraba, y Solozábal (m. 39) despejó en la línea de gol un violento cabezazo de Galdames. La cosa se torcía.

La segunda mitad recuperó parcialmente el guión inicial. El Atlético, gracias sin duda a la ráfaga de aire fresco que le llegó con la entrada de Aguilera y Pantic, recuperó el mando. Sólo el mando, pero no las ideas, ni el empuje, ni la sensación autoritaria. El Compostela decidió cobijarse atrás y esperar a que el partido le contara buenas noticias (un contragolpe letal) simplemente que no le contara nada (el 1-0 podría valer).

Por la misma inercia de su dominio, el Atlético gozó de oportunidades suficientes para corregir una eliminatoria que empezaba a temer difícil y complicada. Fue entonces cuando surgió la figura inconmensurable y poderosa de Fernando. Detuvo con seguridad una incursión de Pantic (in. 50), una volea venenosa de Kiko (m. 60) y un zapatazo de Caminero (m. 81), cuyo rechace mandó a la red Biaggini, aunque en fuera de juego. Pero, sobre todo, Fernando sacó de forma acrobática y espectacular un trallazo de Bejbl (m. 69) y un cabezazo de Simeone (m. 89). Para emnarcar.

Cuando todo parecía vendido, el Atlético acertó a hilar una buena jugada (Geli-Caminero-Geli-Kiko) y a marcar. Tras el pase de Caminero, el linier alzó su bandera (por fuera de juego posicional de Simeone), pero Carmona dejó seguir y dio validez al tanto. Y. a por él que se fue Fernando Vázquez tras el pitido final: "Ya me jodiste otra vez, ¿me entiendes?"

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