El Madrid B choca con un gran portero
El Levante sacó ayer buena renta de su pulcritud. Los de Mané, recién ascendidos de la Segunda B, vivían una suerte de reválida ante un filial tradicionalmente peligroso, y la superaron con un aplomo insospechado: bien plantados en el campo, seguros de sus opciones, sacaron de sus casillas al Madrid durante la primera parte y, llegadas las dificultades, resolvieron con un espléndido golpe franco de Pablo y con una luminosa actuación del veterano Rodri bajo los palos. Los valencianos merodean ya, contra pronóstico, la parte alta de la clasificación.Los cachorros madridistas anduvieron poco finos. Y eligieron mal día: chafaron a una parroquia que acudió al solete de la Ciudad Deportiva aún embriagada por el empacho de goles del sábado en el Bernabéu, y le amargaron el debú al bonaerense Cambiasso, una criaturita de 16 años recién cumplidos que, por su posición en el campo y por su media melena rubicunda, resulta, para deleite de más de una jovenzuela, un sorprendente sosia de Fernando Redondo y, por extensión, de Guti. Cambiasso y, sobre todo, Javi Guerrero dieron otro aire al Madrid durante la segunda parte, después de unos primeros 45 minutos en los que los blancos se habían mostrado decididamente apáticos, destemplados, sin ideas.
Pudo resolver en ese periodo el Levante si Peralta hubiera acertado por alto en alguna de sus múltiples subidas. En la reanudación, con el filial madridista mucho mejor plantado, los visitantes perdieron profundidad, pero conservaron la compostura y anotaron en casi su única aproximación.
Fue entonces cuando el Real Madrid B, enrabietado, jugó sus mejores minutos. Y cuando Rodri firmó las paradas más inverosímiles del partido, amargando una y otra vez a los jóvenes delanteros del filial blanco. En el minuto 80, ante Morán; en el 83, en una exquisita jugada de Guerrero; en el 88, ante Tinaia, en la misma raya de gol; o, finalmente, en el minuto 92, otra vez ante Tinaia. Los blancos se convirtieron así en inesperados exégetas de Murphy, el de la ley: cuando las cosas van mal, está visto que acaban mal.
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