_
_
_
_
FÚTBOL SÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Madrid se autocensura

Los de Capello salvan en los últimos suspiros un punto ante el Racing

José Sámano

A falta de enseñanzas posteriores, hoy por hoy, el Madrid de Fabio Capello sólo trasluce servilismo: el de sus disciplinados futbolistas a su técnico. Su juego es un puro ejercicio de obediencia. Todos estrábicos: un ojo en el banquillo y otro sobre el campo. Son los nuevos tiempos, en los que un puñado de entrenadores se han apropiado del fútbol en detrimento del libre pensamiento de sus estrellas. Con semejante ejercicio castrense el Madrid perfiló en El Sardinero un partido tenebroso, siempre sometido al tono militarizado de su entrenador. Un militante del fútbol cibernético, aquel sin otro poder de seducción que el caprichoso vaivén de los resultados.Cómo entender si no el disparatado encuentro desplegado por el Madrid: con todas sus estrellas engullidas por un entramado táctico tan espeso como fatuo. Sin un detalle de altura, sin dos o tres pases continuados con cierta intención, el Madrid salvó un punto en los últimos suspiros a base de empujones. Por el amor propio de su plantilla, que sacó provecho de la exquisita vista de un árbitro y una acción enrabietada de Mijatovic al filo del pitido final. Jamás estuvo por encima de su rival y no expuso otra cosa que el fútbol encorsetado que pregona su técnico.

Más información
Los blancos necesitaron ayuda
El escupitajo de Mijatovic

Miren si no. Capello hizo debutar a Redondo en la Liga. Censuró su criterio en el medio campo y tiró al nuevo español sobre el costado izquierdo a los cinco minutos de partido. Sanchis, un enorme defensa empequeñecido como centrocampista,se instaló en el eje. Raúl, un tipo afilado para la media punta, con clara vocación ofensiva, se difuminó en los interiores: primero, por la izquierda, y un trecho después, por la derecha. Con el trueque, la única intención del italiano fue que el mejor goleador español de la Liga colaborara con el débil Secretario en misiones destructivas.

Y, así, la tarde discurrió al dictado de Capello: con Hierro, de estrella, y Suker y Mijatovic, sin tocarla. Enquistados entre los tres centrales racinguistas y de culo a Ceballos. Uno y otro viven como ermitaños, alejados de todos sus colegas, siempre preocupados del enemigo.

La escasa decisión madridista alivió la noche al Racing, que equilibró el partido con cierta suficiencia. Con sólo el ilegible Bestchasniykh en punta, supeditó la jornada a la insultante superioridad de Alvaro sobre Secretario y los bombardeos de Zalazar. Uno de ellos, al filo del descanso, golpeó con violencia el larguero de IlIgner. Fue un toque de atención al Madrid. Un toque de atención a su desprecio por la pelota, a su juego industrial y de corte simplón. Incapaz de conjugar a su conspicua nómina de jugadores lustrosos con un fútbol al menos aparente.

De espaldas a la lógica, el Madrid nunca controló el partido. Sobrevivió con las mismas armas que su modesto, pero encomiable rival: el trabajo a destajo y la atención a las marcas. Con el partido en el alambre, el Racing se abrió paso a empujones, ganó la partida a los centrocampistas rivales y se animó en ataque. Hierro, extraordinario, aguantó como pudo hasta que el ruso Bestchasniykh le cogió la espalda a Roberto Carlos y fustigó a IlIgner.

Y entonces apareció la perspicacia del árbitro, tan meticulosos ellos esta temporada, y logró la igualada con un penalti transformado por Suker. Con la confusa decisión arbitral, el encuentro se ensució más de los debido.

La tarde de fútbol feísta dio paso a un duelo atrapado en un sinfín de disputas verbales, enfados, patadas y malos gestos. De la irascibilidad general sacó partido el Racing, en un descuido de Secretario en el achique, y a continuación Mijatovic resolvió un barullo en el área de Ceballos. Un sello muy propio para el partido servido por el Madrid. Al fin y al cabo quizá fuera el soñado por su técnico, poco enganchado a la Liga de las estrellas. Él tiene la suya propia: la que dicten los marcadores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_