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HACIA EL MUNDIAL DE FRANCIA 98

España se engancha al resultado

La selección empata en Praga un partido espeso en el que debutaron Raúl, Ríos y Urzaiz

José Sámano

De acuerdo con el prolijo diccionario de los tópicos que enmascaran el fútbol se diría que España perfiló en Praga un partido con mucho oficio. Ese recurso al que se enganchan los futboleros, los del banquillo y las tribunas, para redimir un encuentro ácido y espeso que se cierra con un resultado positivo ante un rival de entidad. Justo lo que se vio en la capital checa. Un duelo de fútbol tedioso que acabó bendecido para España, que atrapó un punto en las narices del subcampeón de Europa. Un punto meritorio, sin duda, que ratificó una vez más la extraordinaria capacidad de Javier Clemente y su grupo para masticar las fases de clasificación. Porque en las distancias largas la selección se siente cómoda, sabe cicatrizar sus lagunas. y es capaz de negociar un buen resultado en cualquier campo, como hizo en el estadio Sparta. Acaso su problema esté en las distancias cortas, donde se ha acostumbrado a jugar como nunca y perder como siempre (Italia, en el Mundial del 94; e Inglaterra, en la Eurocopa del 96).

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Ayer más bien jugó como siempre y no perdió, como casi nunca en las clasificaciones. Clemente delineó el mismo dibujo que escoció a los ingleses en Weinbley hace cuatro meses. Tiró de nuevo de los tres centrales, los laterales largos, los pivotes de amarre y tres puñales ofensivos más livianos de lo habitual (Raúl, Julen Guerrero y Alfonso). Una calcamonía de la estrategia checa, intacta desde su éxito en suelo inglés. A los checos no les importan nada sus flamantes galones: aún, en su propio terreno juegan de puntillas, bien tapaditos. Esperan y esperan, jamás toman la iniciativa.

Sin centro del campo

Y cuando España tiene que llevar el mando tuerce el gesto. Sobre todo por la inclinación de Javier Clemente a esquivar el centro del campo. Con Hierro y Amor limitados a fregar todo lo que pasara a su lado, la selección española metió la directa. Renunció a la elaboración desde el corazón del campo y se supeditó al balonazo largo; ahora de Nadal, luego de Alkorta y en último caso de Abelardo. Un ejercicio fatuo ante una defensa con tres centrales y dos laterales como la checa, repleta de tipos grandones que agradecen todo lo que llegue por el techo y de forma frontal. Entonces, sus caderas -resisten.De esa forma, Raúl, Alfonso y Julen Guerrero sufrieron en exceso. Los tres quedaron atrapados en un paisaje demasiado hostil, sometidos a la tortura a la que fueron obligados por sus cumplidores defensas. Ese estilo de juego propició, además, que el equipo de Javier Clemente apenas disfrutara de la pelota. En fútbol cabe la pausa y también la aceleración, por supuesto. Pero el juego español. sólo fue vertiginoso. Precipitado.

Los checos exhibieron un nivel individual muy inferior al que les elevó a la final de la Eurocopa. Ni rastro de Poborsky y Berger, sus lanzas de e ntonces. La disciplina de Bejbl para tirar de escoba en el medio campo y poco más. Quizá por ello no tuvieron muchas prisas y la noche derivó en un partido feísta, corto de detalles para la retina y escaso de situaciones de gol. Apenas un gran disparo de Hierro en una falta directa que desvió Srnick con las uñas y una acción individual de Alfonso que Julen no acertó a culminar. Todo en el primer tiempo. Fue en los últimos instantes de este periodo cuando España, hizo el poco fútbol seductor que alcanzó a desplegar en toda la noche, y que coincidió, claro, con los mejores momentos de Alfonso, Julen y Raúl.,

En el segundo tramo, Clemente cambió de planes. Apretaron ligeramente los checos y, en vista del tímido asedio, el preparador español se decidió a buscar la pelota. Y nadie como Guardiola para despejar los caminos, sosegar el juego y darle a éste el equilibrio necesario. Pero no resultó: se había ido Julen Guerrero y poco después le siguió Alfonso. Amor, que apenas ha jugado desde que comenzó la temporada, adelantó su posición a la media punta, pero su falta de oxígeno le mandó a la ducha. Desarticulado el tridente, Guardiola se quedó ciego.

La mejor lección posible

Ya para entonces España sólo administraba el resultado, apenas amenazado durante toda la noche, y todo el poder de seducción quedó a pies de Raúl, Ríos y Urzaiz, una legión de novatos que ayer se llevó la mejor lección que hoy por hoy les puede enseñar su ascenso a la pasarela internacional de la mano de Clemente: cómo se negocia un resultado en un escenario arisco. Aquello del oficio, que no es poco. Ni mucho.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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