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En la frontera de lo desconocido

La proeza realizada por Johnson en 200 metros quedará para siempre en la historia del deporte

Santiago Segurola

Un hombre cruzó en Atlanta la frontera hacia lo desconocido. Se adentró en un territorio que pare ce ajeno a nuestro tiempo y a nuestras capacidades, a la percepción que tenemos de la realidad. Calzado con una zapatillas dora das, el cuerpo troquelado como el metal, el paso corto y automático, la mirada ansiosa, Michael Johnson fue un atleta de otra era, un adelantado al siglo que viene, por que sólo así se' puede entender la magnitud de su proeza en un día que quedará para siempre en la historia del deporte. El 1 de agosto de 1996, Michael Johnson corrió los 200 metros en 19,32 segundos, el impacto más violento que ha su frido el atletismo desde el vuelo de Beamon en los Juegos de México.Desde la emoción, la carrera fue el desafío de un hombre contra la historia. Desde las matemáticas, una sucesión de prodigios. Johnson descontó 34 centésimas al récord mundial -un recorte salvaje en una prueba de velocidad-, con una división de 9,66 segundos en cada 100 metros -el récord mundial está en 9,84-, a una ve locidad media que supera los 37 kilómetros por hora, con tramos donde alcanzó los 44 kilómetros por hora, y un tiempo oficioso de 9,22 segundos en los últimos cien metros. Todo esto en una prueba que había tenido un récord intocable durante 16 años. Desde 1979, la plusmarca mundial de Pietro Mennea (19,72) había resistido a los asaltos de Carl Lewis, Joe de Loach, Mike Marsh y Frankie Fredericks. Hasta que Johnson puso las cosas en su sitio en junio: 19,66s, un registro ahora viejo.

El efecto del récord será el mismo que el de Beamon. Ha matado la carrera de 200 metros' Durante los próximos años, todas las marcas tendrán un carácter anecdótico frente al registro de Johnson. Resulta imposible competir contra lo sobrenatural, como sucedió frente a los 8,90 metros de Beamon. Incluso Johnson tendrá que pagar su hazaña.. Desde ahora se le medirá por este récord inalcanzable y tendrá que luchar contra el fantasma de su propia grandeza. El combate estará perdido, como le sucedió a Beamon después de México. Johnson ganará carreras, conseguirá tiempos magníficos y alcanzará la celebridad de Jesse Owens y Carl Lewis, pero sufrirá las consecuencias destructivas de su marca. El atleta que sobrepasó los límites humanos, no podrá volver a su condición de hombre.

Johnson tendrá que competir desde ahora contra el recuerdo de una tarde en Atlanta. El día era cálido y húmedo. El viento se hacía inapreciable. En el estadio, ochenta mil personas esperaban algo grande, pero comprensible. Un récord, un combate magnífico entre Johnson y Fredericks, la posibilidad de coronar a Johnson como el primer hombre que dobla victoria en 200 y 400 metros. Nunca un seísmo de esta naturaleza. Johnson tampoco lo esperaba: "Confiaba en hacer 19,6 o 19,5, como mucho. No sospechaba que podía lograr l9,3".

En la salida, Johnson sólo empleó 161 milésimas para entrar en acción. Su aceleración fue tan violenta que perdió ligeramente el equilibrio en el cuarto paso. Se recuperó instantáneamente y corrió la. curva como nadie es capaz de hacerlo Lo hizo en la tercera calle, un carríl molesto para la mayoría de los atletas, que se sienten demasiado apretados por el escaso radio y por la fuerza centrífuga que tiende a lanzarles hacia el exterior. Sin embargo, Johnson cuenta con la ventaja de su bajo centro de gravedad y de una zancada cortísima. Los grandes especialistas de las últimas décadas -Henry, Carr, Tommie Smith y Carl Lewis han sido atletas altos, situados alrededor del 1,90 de altura, con una zancada espaciosa, aproximadamente 2,8 metros por cada paso. Johnson, no. Johnson parece pegado al suelo. Su zancada es 60 centímetros menor, apenas 2,10 metros, y la frecuencia altísima.

Su curva fue formidable, como siempre. Johnson iba desbocado hacia la victoria y hacia el gran récord: la espalda ligeramente arqueada, rígida como una piedra y el paso implacable.

Sus últimos cien metros fueron una formidable explosión de energía. Fredericks, que consiguió la tercera mejor marca mundial de todos los tiempos (19,68s), se sintió congelado frente a la arrolladora máquina que se dirigía hacia un récord que pone a Michael Johnson más allá de los límites que se sospechaban en el hombre.

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