"¿Pero qué has hecho?"
El principio de la etapa ha sido cómodo y tranquilo. Parecía como si hubiera habido un acuerdo para ir despacio. Pero no, lo que pasaba es que no había nadie con ganas de mover la carrera. Sólo al final hubo un corte y me metí.Tácticamente era importante por dos razones: si se cortaba la carrera, Miguel siempre encontraría un compañero delante y, además, seguro que se pondría a tirar un equipo de sprinters, con lo que la cabeza iría más organizada. Mejor para todos y para mí: acabé con el maillot de rey de la montaña, algo que no podía ni imaginar al salir por la mañana.
Fue una de esas ocasiones que se presentan en la vida y que no se pueden desaprovechar. Espero que se me presenten más, pero no sé. Después del segundo sprint intermedio, Lietti y Seigneur hicieron otro corte. Yo me quedé con los otros tres, Vanzella, Peeters y Fleischer, para ver como reaccionaban, pero andaban justillos. Intentaron cogerlos y no podían. Al ver que fracasaban yo pensé que podía alcanzarlos y así hice. También me vi con fuerzas para atacar en la cota de cuarta y me fui por ella. He subido a un podio. Eso en una carrera normal es una alegría inmensa, pero en, la más importante del mundo, ya es demasiado. Sé que tengo pocas oportunidades en la vida de que se repita, pero espero equivocarme.
Después de la cota, seguimos aunque sabíamos que no teníamos futuro, porque cuando un equipo como el Saeco se lanza no hay quien les pare. Y aun así les costó bastante cogernos.
Aún no he bajado a cenar, pero me imagino que todos me gastarán bromas y me sacarán algún sinónimo con Virenque. De todas formas sé que este, de los lunares es transitorio: lo importante es el amarillo. A su manera, Miguel dio su aprobación a la fuga. Él me vio cuando salía y si no le hubiera gustado me habría dado una voz para pararme. Luego, cuando cruzamos la meta, me dijo medio riendo y medio admirado: "Arri ¿pero qué has hecho?".
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