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Entrevista:

"Hasta en Las Ventas hay corridas que parecen capeas"

Domingo sí, domingo no, su padre le llevaba a corridas de novillos. Abogado, cronista taurino, pintor y creador de las escuelas taurómacas de Zamora y Madrid, con la que aún colabora, nunca se vistió de luces, pero sabe lo que duele el pitón de una vaquilla. En su hogareño despacho de Madrid, cada palmo es una loa a la fiesta. Un abrecartas de estoque, la lámpara en una pata de toro y una maquina de escribir que descansa al abrigo de un capote. Amparado en la pasión, que permite enemistarse con lo que uno más quiere, el jubilado jubiloso, practicante de ciento y una aficiones, se sumió en un estado de desamor taurino que le duró seis años y del que salió, con la razón rendida al sentimiento, "porque le tiran a uno las cosas". Martínez Molinero nació en Zamora en 1925.Pregunta. ¿Porqué dejó de ir a la plaza?

Respuesta. Por el descenso de calidad en toros y toreros. Hace poco, en Las Ventas, el ruedo era un caos total. Incluso en una suerte como la de banderillas, el director de lidia estaba mal situado. A veces, hasta en Las Ventas, hay corridas que son como capeas. Una parte del público sólo acude para exhibirse y luego lo protesta todo sin ton ni son.

P. ¿Y de quién es la culpa?

R. Se ha perdido el orden de lidia, y el ganado no se cuida como es debido. Yo recuerdo que Mihura llevaba cada mañana y cada tarde a sus animales a beber agua al río, veinticuatro kilómetros corriendo. Si el toro se pasa el día bajo la encina, matando moscas con el rabo, luego embiste como monja de clausura.

P. ¿Y eso desde cuándo ocurre?

R. Desde hace muchísimo tiempo; por eso fundé la escuela de tauromaquia en Zamora, y luego en Madrid, en 1976. Primero fue Escuela Nacional, en la antigua Feria del Campo, y a partir del 82, Escuela de Madrid Marcial Lalanda, diestro madrileño por excelencia.

P. ¿Es difícil enseñar a torear?

R. Picasso decía que pintar es fácil o imposible. En el toreo pasa igual.

P. ¿Sigue siendo tan dramática la situación del maletilla?

R. Cuando monté la escuela en Zamora había 12.000 muchachos escapados de casa, pasando hambre y otras calamidades. Me tacharon de loco, porque les pagaba la matrícula, les buscaba una pensión y, les abría una cartilla de ahorros. Me llamaban el apóstol de los maletillas.

P. ¿Da Madrid buenos toreros?

R. Buenísimos. Joselito fue alumno nuestro; Óscar Higares; Jesús Pérez, El Madrileño, o Cristina Sánchez. Tenemos casi doscientos alumnos y hay largas listas de espera.

P. La puerta más grande, ¿Las Ventas?

R. El cuajo de un valiente sale aquí y en la plaza mas pequeña de España. Admiro las buenas faenas.

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