España y Yugoslavia se juegan hoy la presencia en los Juegos de Atlanta
La justicia deportiva choca con la realidad. Una derrota de España ante Yugoslavia (Ciudad Real, 19.00, La 2), sonará a fracaso aunque se haya logrado la mejor clasificación de la historia. Ambos equipos serían candidatos a medalla en Atlanta pero sólo el vencedor de hoy, en las semifinales del Campeonato de Europa, logrará el billete. El apoyo del público puede compensar el tradicional ardor competitivo de los balcánicos.El taxista de Ciudad Real comentó: "España está jugando muy bien ¿no?. Su cliente, el portero Dejan Peric, respondió sin pensar: "Sí, pero nosotros somos mejores y estoy seguro de que ganaremos". Esa confianza en las propias fuerzas es un factor común de los deportistas yugoslavos, que se distinguen por rendir al máximo en los momentos de mayor tensión.
La causa del fenómeno es discutible; quizá haya que buscarla en la educación deportiva que se imparte en las escuelas yugoslavas. Pero el efecto es evidente, y ha podido apreciarse en este campeonato. Diezmado por las lesiones y por jugadores renqueantes, el combinado de serbios y montenegrinos que ganó por la mínima a Alemania y a Eslovenia en las dos primeras jornadas no dió la imagen de ser una máquina de ganar, como ha sido casi siempre. Pero las garras salieron a relucir cuando hizo falta: empate contra la imponente Rusia y victoria sin grandes apuros en el partido crucial y fratricida frente a Croacia.
Aún quedaba un obstáculo que salvar, el del miércoles ante Hungría. El marcador reflejó durante mucho tiempo que Yugoslavia aplicaba la ley del mínimo esfuerzo, hasta que resucitó Nenad Perunícic, considerado como el mejor lanzador del mundo. Apagado hasta ese día, sembrando dudas sobre si se había recuperado de una grave lesión, el lateral del Elgorriaga desenterró ese brazo capaz de lanzar obuses a doce metros de la portería y logró siete dianas para derrotar a los magiares por 28-21.
Un análisis objetivo del equipo que puede privar a España del viaje a Atlanta indica lastres importantes: la presencia de Skrbic, un pivote guerrero y goleador, es dudosa; Jovánovic y Butúlija aún renquean. El margen de maniobra era tan escaso al llegar a Ciudad Real que el entrenador, Zívkovic, tuvo que convencer a su segundo, esa institución del balonmano llamada Véselin Vújovic, de que se pusiera la camiseta de jugador. La decisión sentó mal a los miembros más jóvenes del equipo, que se sienten menospreciados por la vieja guardia, como se ha podido comprobar en los entrenamientos.
Pero da lo mismo. Las discrepancias y las lesiones no producen caos sino la salsa necesaria para que los yugoslavos se coman la pista. Es decir, el ansia de victoria de cada uno de ellos pesa mucho más que el guirigay colectivo. Al menos, así ha sido siempre: el balance entre España y Yugoslavia favorece a ésta por 23 victorias, un empate y once derrotas. El último duelo, que, supuso el retorno de los balcánicos tras su marginación política, se disputó en el Torneo Internacional de España (Granada, enero de 1995); ganaron por 27-24.
Justos de fuerzas
Sin embargo, el incansable público de Ciudad Real puede ser fundamental para que España supere con éxito uno de los partidos más importantes desde que existe el balonmano. Esa es la opinión de Valero Rivera, entrenador del Barcelona, que añade: "Los dos conjuntos llegan muy justos de fuerzas. Si no juega Skrbic, su baja compensará la de Masip. Mi pronóstico es de igualdad porque el espíritu ganador de Yugoslavia puede equipararse al hecho de que España juega en casa". No es baladí recordar que la mayoría de los yugoslavos entienden el español: las consignas del entrenador durante el partido deberán transmitirse en lenguaje críptico.
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