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FÚTBOL 39ª JORNADA DE LIGA

El Athletic paga sus chiquilladas

El Albacete tuvo hasta cinco oportunidades de fusilar en San Mamés

El Albacete repasó en San Mamés la primera lección del fútbol: este juego es implacable con equipos pusilánimes, desatinados o perdonavidas. En el fútbol las chiquilladas se pagan como tales y convierten a quien las comete en un remedo futbolístico cuando en realidad se oposita a cargos de más renombre. Cinco veces, cinco, se plantaron los futbolistas del Albacete frente a Valencia y otras tantas erraron como colegiales en el remate. Manolo, Pedro Riesco, Luna (en dos ocasiones) y Vasiljevic fracasaron en el examen prioritario del fútbol, ese que convierte el mejor diseñó en un garabato inmundo. Al final el marcador les hizo un guiño para obtener un empate urgente que pudo ser una victoria contundente.Cinco, veces, cinco, atentó el Albacete contra la historia rojiblanca en la primera mitad y las cinco respetó la alcurnia de su oponente. San Mamés olía a muerto porque el Athletic permanecía inmóvil, inmutable ante los movimientos ordenados por Zalazar y la movilidad frenética de Josico. El aturdimiento rojiblanco, incapaz de coordinar tres pensamientos seguidos, pronosticaba un suicidio colectivo. Pero en cada opción perdonaba el Albacete la vida. Y esa ruleta rusa hallaron los manchegos el tiro de gracia. Vasiljevic se plantó delante de Valencia, eligió la opción, se escoró pero erró el disparo. En la jugada subsiguiente Luna encontró la red pero el árbitro advirtió *un empujón previo y anuló el tanto. Un minuto después Guerrero se quitaba el sombrero para dibujar un cabezazo majestuoso que se convirtió en gol.

En un par de minutos el Athletic había encontrado la vida y el Albacete se enfilaba hacia la agonía. El conjunto de Sáez, trabajador, pertinaz y con el punto de mira en el joven Luna, dibujaba un fútbol lleno de estilo pero carente de practicidad.

Pero el fútbol tiene sus debilidades. El segundo gol de Etxeberria no quebró la moral del Albacete y la justicia se inclinó de su costado obteniendo al final un premio tan justo como apresurado. La segunda parte se jugó con las puertas abiertas, ataque contra ataque, ocasión contra ocasión. El Athletic en vez de salvaguardar sus ahorros, visto lo escuálido de su cuenta corriente, aceptó el correcalles que le propuso el Albacete. Y en ello le fue la salud.

Primero fue un gol fantasma de Pedro Riesco. Luego, tras varias alternativas, llegó un gol primoroso de Ortega. Al menos seis futbolistas del Albacete combinaron al primer toque al borde del área para que finalmente Ortega ajustara un disparo a la escuadra de Valencia.

El empate era tan justo como inesperado. El Albacete había pagado con dos goles sus momentos más pusilánimes pero a cambio el Athletic le devolvió la moneda pagando con su ambición su despropósito defensivo. Fue un partido sin cerebro. Cada cual halló fortuna cuando menos lo esperaba. Es el sino de los equipos sin carácter: cuando juegan bien no rematan y el gol lo encuentran en los callejones sin salida.

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