Mañana, la decisión
El Madrid ganó, pero no jugó bien y estuvo a punto de estropearlo todo tras el descanso
Duran entre 10 y 15 minutos, pero a veces es todo un mundo. La pelota no está en juego, el marcador permanece callado, pero muchos partidos se ganan y se pierden durante este breve y aparentemente insignificante espacio de tiempo. No se entrenan y un superficial vistazo apunta como única utilidad la de recuperar fuerzas. Craso error. El descanso entre partes resulta crucial. Muestra muchas cosas de un equipo, como su capacidad de concentración, su consistencia psicológica para no hacer disparar la euforia ante un marcador favorable ni tampoco para descomponerse ante uno adverso. Son minutos de descanso, sí, pero también de análisis de lo ocurrido hasta ese momento y preparación de lo que pueda suceder. Son largos segundos donde el jugador se enfrenta solo a sus posibles miserias. El partido, aunque no lo parezca, no se detiene.Al Madrid le sentó como un tiro, y no es novedad. Se fue al vestuario con el partido encarrilado (41-31), los conceptos claros y habiendo alejado su peor enemigo, los recuerdos del nefasto partido en Atenas. Laso había conseguido reducir a su mínima expresión la incidencia del base Rivers en el transcurrir de los acontecimientos. Arlauckas firmaba una de esas exhibiciones no tan ocasionales (23 puntos en 20 minutos) y la defensa no permitía ninguna comodidad al Olympiakos. Hasta había logrado enlazar unos cuantos contraataques gratificantes para el equipo y la afición.
Salió del campo con aroma inequívoco a victoria y volvió del vestuario como un zombi. Toda la concentración mostrada, todo el afán y seguridad en lo que hacía, se tornó en una espesura mental. que incluso empequeñeció por momentos la mostrada en el primer encuentro. En siete minutos anotaba seis puntos y cometía la sexta personal colectiva. Cumplido el tercer cuarto de encuentro alcanzaba la paupérrima cifra de ocho puntos conseguidos en 10 minutos y una jugosa renta de 14 puntos tirada por la ventana. De repente, y sin explicación para aquel que desprecie los efectos del descanso, al Madrid se le paró el reloj. Perdió efectividad defensiva y su ataque se convirtió en el antiataque. Mareaba la bola durante 20 segundos Y perdía el control en los ocho restantes. Arlauckas necesitaba un descanso, y sin él, una canasta blanca se tornaba casi imposible.
Sin quererlo, el Olympiakos se metió de nuevo en el partido. Una de sus metas soñadas, el disputar los últimos minutos con el marcador igualado, esta ba a su alcance. En esa tesitura, el miedo debía jugar a su favor. Entre Nakic y Sigalas pusieron a prueba los nervios del Madrid (53-53, m. 32). Savic tenía cuatro personales y Arlauckas parecía agotado por el esfuerzo de la primera parte. Lo que se dice una situación ideal para solucionar la eliminatoria a la primera oportunidad. Pero cometieron un gravísimo error. En vez de encomendarse a Rivers, una cabeza fría donde las haya, se pusieron en manos de Walter Berry y su entrenador loannidis. Entre los dos hundieron al equipo griego. Berry, a pesar de encontrarse fuera de forma, se las jugaba como si se hallase en estado de gracia. Ioannidis, en cruzada griega contra un supuesto agravio arbitral, no paró hasta una técnica desestabilizadora, que otorgó un balón de oro al Madrid y resolvió prácticamente el partido (65-56, m. 37). A la ayuda inestimable de ambos, el Madrid hubo de sumar la fortuna siempre necesaria en un par de jugadas decisivas, que resolvió al límite del tiempo con un triple Smith y una bandeja de Antúnez, anoche más incisivos que de costumbre.
El Madrid consiguió su objetivo primordial, la victoria, pero dejó escapar un triunfo re vitalizador. El jueves llega la conclusión de este drama en tres actos y ninguno puede presumir de acceder al desenlace Con ventaja alguna. La superioridad. mental ante el lance de mañana, estuvo al alcance del equipo madrileño y se frustró no en la cancha, sino a unos 100 metros de ella. Allá donde los libros dicen que se descansa y la experiencia demuestra que es lugar donde se libran batallas fundamentales. Las de un equipo contra sí mismo.
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