Una destituciónn escrita y sólo a falta de fecha
El día después comenzó mucho antes, entre la nebulosa de las derrotas y el desapego de los directivos, gente de memoria fragilísima, sólo comprometida con la instantaneidad del éxito. La destitución de Valdano estaba escrita y únicamente estaba a falta de fecha. "Somos boleta",. le dijo Angel Cappa en las vísperas del partido con el Rayo. "Si no es hoy, será el miércoles, o el domingo, o la siguiente semana. Pero ocurrirá. Te lo digo por experiencia", añadió. En los dos últimos meses, el Madrid jugaba al borde del precipicio, sometido al gota a gota de los resultados, cada vez más lleno de urgencias. Esa es la máquina que engulle a los entrenadores desde los tiempos más remotos del fútbol.Valdano conoce muy bien los mecanismos del fútbol, pero desde su impetuoso ingreso en el Tenerife su carrera se había desarrollado sobre la espuma del éxito. De alguna manera, Cappa venía a recordarle aquello que dijo Malcom Allison, el extravagente técnico del Manchester City en los años setenta: "Nadie puede llamarse entrenador hasta que no siente la herida del primer despido".
En medio de la charla con varios amigos, Valdano tenía un aspecto tranquilo, sin duda más relajado que en las últimas semanas, días nerviosos, aniquiladores, sometido como estaba a la escalada de acontecimientos en el Real Madrid. "Desde la derrota también se aprende", comentó poco después de abandonar el vestuario de la ciudad deportiva, donde se había dirigido por última vez a sus jugadores. Fue una despedida breve. Valdano estuvo acompañado por todos sus colaboradores (Cappa, Ángel Félix y Alberto Giráldez).Ningún directivo
No se personó ningún directivo para la ocasión, como también sucedió el día de su presentación como entrenador del Real Madrid. Apenas sin ceremonia, agradeció a todos los jugadores su colaboración en lo que Valdano denominó "tiempos desiguales", en los días extraordinariamente satisfactorios de la temporada anterior y en las difíciles circunstancias actuales. Después se cumplió otro rito del fútbol: los jugadores atendieron a la despedida del entrenador y salieron al campo, donde les esperaba otro técnico, otro día, otro giro más en la rueda de este juego. Un pequeño ejército de periodistas esperaban la salida de Valdano, que guardó silencio, subió al coche y se fue. En la puerta, un puñado de aficionados le ovacionaron.Desde las impresiones que generan los gestos, Valdano había parecido más afectado la noche anterior, justo después de recibir la doble derrota: en el campo y en el despacho. Tras la conferencia de prensa en la que comunicó su destitución, se retiró a casa y pasó el resto de la jornada con su familia. Había un ambiente de alivio en su mujer y en sus dos hijos.
La mañana del día después se fue en una larga charla con los amigos. No hubo una nota de crispación, ni de derrotismo en un hombre que acababa de recibir su primer balazo como entrenador. Simplemente se dejó llevar por los vericuetos de la conversación, como a él le gusta. Se habló de fútbol y no hubo lugar para las justificaciones, los reproches o el recuerdo del éxito. Por lo demás, prefirió no efectuar declaraciones públicas. "Creo que en estos momentos es mejor administrar el silencio", comentó.
Los trámites administrativos le ocuparon la tarde. Acudió al club para firmar el finiquito, pero no lo firmó. Los problemas de liquidez que sufre el club demorarán hasta hoy o mañana la resolución de su contrato. Luego, Valdano regresó a su oficina. Le esperaba un directivo del River Plate, aunque quizá no cuaje. La rueda de fútbol volvía a girar.
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