Absurdo espectáculo en San Mamés
El Zaragoza perdonó al Athletic y acabó perdiendo
A la medía hora el público de San Mamés salió de su asombro. Los silbidos eran democráticos: se dirigían a todo y a todos ante un espectáculo de impotencia qué rayaba en el absurdo. Stepanovic, fiel a sí mismo, es decir a nada, desarmó el centro del campo del Athletic poblándolo de futbolistas toscos, áridos y con escaso sentido del orden, de forma tal que el Zaragoza con dos toques o un amago de cintura, se quitaba de en medio a la tropa y se plantaba en dos zancadas en el área rojiblanca.A la media hora, el Zaragoza había dispuesto ya de tres ocasiones clamorosas por medio de Dani, Rambert y Poyet que sólo los caprichos del fútbol malgastaron. Para entonces Poyet, Aragón, García Sanjuán y Dani habían plantado el estandarte en el círculo central y el Athletic se batía en retirada. Sus jugadores más toscos que nunca corrían tras el balón: dejando a sus espaldas tantos huecos como sacrificios.
Allá en la lejanía, Ziganda, Bolo y sobre todo Guerrero componían una imagen patética. Al Athletic de Stepanovic le sobra Guerrero. La estrella rojiblanca no cuadra en un dibujo tan prehistórico, en el que los balones pasan sobre su cabeza y cuando los alcanza no tiene conversación posible con ningún compañero. Se aburre Guerrero, el Athletic y, el público.
Todos menos el Zaragoza que disfrutaba triangulando y llegando con cuatro y cinco hombres a la portería de Valencia, despistado y nervioso. Pero al Zaragoza le bastó apuntillar. Tiene habilidad a raudales con Pardeza y Dani y velocidad con el argentino Rambert. Pero de tanto ser puntilloso en el área le faltó la puntilla para llevarse el partido.
Perdonar no tiene perdón en el fútbol y el Zaragoza malgastó el catálogo en la primera parte sin llegar a vender a una escoba hasta siete ocasiones dilapidó cuando el Athletic era una pantomima futbolística. Y luego le faltó fuerza y carácter.
La segunda mitad evidenció la baja forma física del Zaragoza que reculó ante su debilidad y ante la ofensiva rojiblanca que optó ya sin ambages por la bravura. El Athletic sin ideas, sin tacto y sin toque agudizó su fútbol rudimentario y consiguió encajonar a su rival. Y entonces llegó el gol a través del futbolista más tosco del partido, Carlos García. El Zaragoza, entonces, entregó la cuchara.
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