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FÚTBOL SEGUNDA DIVISIÓN

El Leganés se tambalea

La directiva rechaza la dimisión de Duque, tras la derrota ante el Salamanca

Joseba Elola

Lo peor no fue la derrota. Al fin y al cabo, el Salamanca es el equipo de moda, tiene futbol, aspira al ascenso y es superior, al menos, sobre el papel. Lo peor fue la imagen que ofreció el equipo, impotente para la reacción, falto de pulso, desmotivado. El Lega se presentó sin señas de identidad. La casta, ese rasgo absolutamente definitorio del club pepinero, ese tesoro siempre bien alimentado Duque, se perdió por algún rincón del Municipal. La afición sanciono con pitos la ausencia de esa rabia que tantas veces sirvió para rehabilitar a un Lega desahuciado. Y el equipo se quedó temblando después de los dos sopapos que el Salamanca le soltó. El cuadro charro hurgó un poco más en. la herida ya abierta del Lega, esa que empezó a sangrar con los siete goles encajados ante un rival directo como. el Palamós. Y forzó incluso que Duque ofreciera su cabeza como pago por la sangría.El choque comenzó con aires de fiesta: Luis Ricardo estrellaba un balón en el larguero apenas transcurridos tres minutos. Ahí acabó el sueño. Siete minutos más tarde llegaba el primero de los dos impactos: las dos únicas llegadas del Salamanca se transformaban en gol. La limpieza y el orden del cuadro de Lillo contrastaban con la ausencia de mando y escasa de definición de los locales, que permitieron que el choque se enfriara en su camino hacia el intermedia.

El Leganés aprovechó el descanso para un cambio de look. Duque decidía jugársela y colocaba sobre el terreno a un inusitado póker de teóricos delanteros -aunque no todos situados en punta de ataque-: Antonio, Iñigo, Luis Ricardo y Valdivia. La jugada no funcionó. Tocho y Mesas, encargados de crear para los hombres en punta, no supieron desempeñar el nuevo papel que Duque les asignaba. La impotencia fue haciéndose colectiva. El Leganés recurría a mansos tiros lejanos, dada su evidente incapacidad para convertir ideas en realidad. Y la grada empezó a pitar.

Nadie se atrevió a hacerse con los mandos del equipo en el momento más crítico. Tan sólo Luis Ricardo, siempre ávido de balón, demostraba la suficiente audacia como para echarse el equipo al hombro y tirar para adelante. El resto escurría el bulto, dejándose llevar por el infortunio que iba haciendo mella en el ánimo colectivo.

El Salamanca, mientras, se dejó contagiar por el ritmo cansino y también optó por poner el piloto automático. Lillo se desgañitaba desde la banda, intentando despertar a sus jugadores. Pero el cuadro charro no se complicó la vida y dejó pasar la oportunidad de golear a un colectivo que vive ahora sus horas más bajas. Al final del partido, una aficionado local sintetizaba toda una mañana de fútbol: "Lo mejor, la cerveza y el bocata".

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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