Un pellizco de brillo decide el 'derby'
Dos gotitas de calidad del Rayo Vallecano fulminan el pundonor del Leganés.
La realidad, tan mal tratada en esto del fútbol, se presentó ayer en el Municipal de Leganés. El Rayo Vallecano, un equipo llamado a luchar por el ascenso y con hombres de calidad, se impuso a un Leganés que sólo tiene la misión de luchar por no descender con el arma de la lucha sin tregua. El partido se ajustó a estos parámetros, y el re sultado fue claro: la teoría se hizo práctica. Dos gotitas de calidad de los de Vallecas absorbieron la decena de cubos de sudor que llenaron los hombres del Leganes.
Con Teresa Rivero, mujer de Ruiz-Mateos y presidenta del Rayo, en el palco y con la algarabía de ambas aficiones en la grada, se presentaba un derby inédito. Los dos equipos llegaban en horas altas. El Lega, con una racha de cuatro partidos sin perder, y el Rayo, con nuevo entrenador, Paquito, que ya dejó su firma en el 4-0 endosado al Real Madrid B la pasada jornada.
El Leganés salió frenado. Sus jugadores acusaron el relajo de jugar la primera vez desde que comenzó la temporada sin la obligación de la victoria. Incluso un empate le venía bien a los pepineros. Pero su respeto al rival fue exagerado. En todo el primer tiempo, el equipo que entrena Luis Ángel Duque no creó ninguna ocasión de gol. El temor del rival propició que el Rayo, que parece más decidido desde que tomó el mando Paquito, buscara el marco contrario con ahínco. Lo encontró pronto, al cuarto de hora. La jugada, cocida perfectamente por la derecha por Alcázar, la culminó Rodríguez con un remate impecable, de delantero centro.
Auténticos proyectiles
El Lega seguía encogido. La respuesta de los de Duque fue bastante pobre. Mesas, Miguel Ángel, David y Óscar lanzaban auténticos proyectiles. Unas veces el receptor era imaginario (nadie recogía el balón), y otras, la velocidad del cuero requería un reactor para llegar hasta él. En éstas llegó Chesa, colocó el balón con mimo para sacar una falta alejada unos 30 metros de la portería de Mario, miró a la escuadra, y allí mandó el cuero. Faltaban segundos para el final del primer periodo, y los aficionados locales se temían lo peor. Algunos pidieron la hora por temor a la goleada en el segundo tiempo.Pero el Leganés apareció en la segunda parte. Había estado ausente en los primeros 45 minutos, viviendo de la renta de los positivos resultados de los últimos partidos. Duque dejó en el banco a dos jugadores de corte defensivo (Javi y Mesas) y envió en busca de la remontada a dos delanteros (Antonio y Luis Ricardo). El choque se tornó épico. El Lega comenzó a sudar. El pequeño Alfredo cogió la bandera del abordaje. Durante el primer tiempo, Alfredo, pieza clave para el juego del Lega, había estado marginado. El temor a la banda izquierda, donde se desenvolvían los rayistas Chesa y Josemi, hizó que Duque ordenase a Alfredo ayudar a Oscar en el taponamiento. Esta actitud fue fatal para el juego creativo de los locales. Sin el vivo juego de Alfredo, el Lega se perdió en los balonazos de David, Mesas y compañía, y allí nadie sabía adónde mirar. Alfredo se despreocupó de la misión defensiva y lanzó el ataque.
El balón era propiedad de los locales. El Rayo fue listo. Guardó el resultado con mucho mimo. La consigna de Paquito en el descanso fue nítida no a la euforia, es mejor atrincherarse y salir de vez en cuando al contraataque que seguir jugando con los riesgos del primer tiempo. La diferencia es que ahora tenían a un contrario furioso, que corría, que echaba espuma por la boca. Aunque el Lega no creó oportunidades claras, de esas que se lamentan durante toda la semana, se adueñaron del balón, y el bombardeo sobre Wilfred se hizo asfixiante. Alguno tenía que entrar, sólo había que esperar e insistir.
Y Antonio, después de mandar un balón al córner en inmejorable posición para marcar, acertó en la jugada siguiente y convirtió la grada en un infierno. La Peña Franjirroja, del Rayo, que hasta entonces no había parado, se resguardó en su guanda y ya no volvió a salir. Mientras, las peñas de Lega comenzaron a tronar. En la jugada siguiente, el rayista Alcázar se ganaba la segunda cartulina amarilla. Quedaban 15 minutos, el Rayo jugaba con 10, y sólo un gol separaba a los locales del empate. A trompicones llegaba casi siempre el Lega a las inmediacories del portal, de Wilfred, pero el marcador no se movió.
Incluso Mario subió a rematar dos faltas. "Venga Mario, como contra el Castellón, como contra el Castellón", gritaban los aficionados leganenses, rememorando la histórica jugaba en la que el portero pepinero abandonó su portería y marcó un gol de cabeza. Pero ni así. La diferencia de objetivos se vio en el césped: un equipo, el Rayo, que lucha por el ascenso, y otro, el Leganés, que tralla de evitar el descenso.
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