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Raúl también desatasca al Madrid C

Dos goles de la nueva apuesta de Valdano derriban al Móstoles

Atascado andaba el Madrid cuando apareció Raúl. El centro de Molina voló al área y el máximo goleador del fútbol español notó que, por primera vez en 58 minutos, no tenía el aliento de Martínez en el cogote. Su cabezazo se fue dentro, deshizo el atasco y rompió el partido. Buena parte de los espectadores que se acercaron a la Ciudad Deportiva lo hicieron para ver a Raúl. Y éste no defraudó. Dibujó pinceladas de museo y acabó su particular semana grande como la empezó: a golazo limpio.Salió asustado el Móstoles al campo, muy lejos de lo que se espera de un equipo que anda tercero en la clasificación. Quizá fueron las credenciales ofensivas de su rival las que le apocaron, no en balde el Madrid C es el conjunto más goleador de nuestro fútbol. Casimiro Escudero, el técnico mostoleño, llenó el campo de minas, con su amurallada defensa y sus férreos marcajes al hombre. "Y así, hasta que aguantemos", debió pensar.

Pese a tan descolorida intención, el partido comenzó enorme, con el Madrid echándole desparpajo y el Móstoles sudor y músculo. Llegaron éstos en tres Contragolpes que Carretero, su único punta, malogró por centímetros. A los cinco minutos se asomó Raúl al partido, con el balón atado a su bota izquierda y cinco defensas ante él. A dos les regateó con el pie, a otro con el cuerpo y a otro con no se sabe qué. Con el gesto, quizá. El quinto logró mandarla a córner, no sin dificultades.

Las llegadas del Madrid eran continuas, con Raúl en casi todas y Morán en el resto. Bajó éste del cielo una pelota mientras miraba al tendido, entrando con esmoquin en el festín de su compañero de ataque. Que allí no hubiera goles era absurdo, con el Móstoles corriendo tras su rival y cerrando todos los grifos que aquél abría. Pero a los 20 minutos el reloj se paró. Desapareció el lujo y el encuentro se vistió de pobre. Un disparo de Carretero que se fue arriba por muy poco le sentó fatal al Madrid. Su rival se ciñó. aún más la coraza y llevó el partido donde quería: a las tinieblas.

Y ahí se movió mucho mejor que el Madrid. A los dos minutos de la segunda parte, Rubén pudo dinamitar el encuentro subiendo el 0-1 al marcador. Se escapó solo desde el centro del campo con la pelota controlada. Pero soltó enseguida el zapatazo, sin encarar siquiera a Valbuena. Éste atrapó el balón y apagó, la mecha. El Madrid se rehizo, se levantó y buscó a Raúl. Y le encontró, por supuesto.

Pero fue Molina, quien se echó el partido a los hombros. Escudero había sacado a Pablo para que impidiera las cabalgadas de aquél por la banda. Vano propósito. Molina se empeñó en llevar arriba aquel balón; del minuto 55, en una acción cuyo penúltimo peldaño fue una preciosa rosca al área. Raúl, sin Martínez en el cogote, la cazó y la llevó a la red. Se encorajinó el Móstoles con este gol. Y olió el empate en un disparo cercano de Blanco. O en un cañonazo de Chechu que se fue espectacularmente a la cruceta. Nunca tuvo el partido tranquilo el Madrid. Y mucho menos cuando lo tocó hacer lo que peor se le da: defenderse.

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Otra cosa es cuando se va arriba. En su último contragolpe, el Madrid logró el segundo gol, en un balón que Ismael mandó al punto de penalti y que encontró un providencial fallo de Raúl. Porque providencial resultó que su mal control engañara a Pozanco y la pelota volviera a caer en los pies. Se quedó algo escorado, con poca portería a la vista. Pero este tipo de detalles son nimios para quien está iluminado.

Dejó un buen sabor de boca el partido. El Móstoles demostró ser un equipo entero y bien cuajado, pero, al menos ayer, un pelín asustadizo. Y este Madrid, como sus mayores, deja aroma de buen fútbol. La estadística dirá ahora que los blancos llevan 31 goles y que 15 de ellos los ha firmado Raúl.

La apuesta de Jorge Valdano, el entrenador del primer equipo, se demuestra cada domingo menos arriesgada.

Nacer de pie

El público que se presentó ayer en la Ciudad Deportiva para disfrutar con el futuro de Raúl no olvidará una jugada con pinta de obra maestra: cayó el balón en la banda derecha del ataque madridista y a por él se fueron Raúl y Goyo. Llegó primero aquel y con el rabillo del ojo vio a su perseguidor lanzarse al suelo, con las dos piernas por delante. Raúl pisó el balón, se dio la vuelta sobre sí mismo y se marchó en solitario, con la cabeza alta y la pelota cosida a su bota izquierda. Fue entonces cuando un aficionado sentenció: "Este chico ha nacido de pie". Poco le hubiera costado decir la verdad: que ha nacido futbolista.

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