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Entrevista:

"Ya ha pasado la época de las estridencias"

No sabe decir mochila en castellano; se debe a que este francés de 39 años lleva sólo dos en Madrid, ciudad en la que dirige el Villa Magna, el hotel más caro de la ciudad. Con las cosas de los idiomas ya se sabe, primero se dominan las palabras del argot laboral y luego ya uno se mete en otras exquisiteces lingüísticas. Para Philippe Bloch sería todo un adelanto el aprender palabras como baratija, bono-bus, descuentillo o eso, mochila, que él llama de otra manera. "Nunca se sabe con los de la bolsa a la espalda. Antes, a esta gente, según las pintas que tuviera se la miraba de forma diferente pero eso ya no ocurre en el Villa Magna porque muchas veces resulta que son los mejores clientes".

Pregunta. ¿Qué es más dificil, ser director del hotel más caro de Madrid o hacer cábalas para, sacar adelante un discreto hotel de clase media peleona?

Respuesta. Todo es difícil. Para mí ha sido un gran reto venir a llevar este hotel justo en plena situación económica adversa.

P. Y en lugar de un hotel de 160 habitaciones y 22 suites... un pequeño hotel rural, ¿no le gustaría?

R. ¡No! Ésa es una hostelería de papá y mamá y sólo para fines de semana. Yo estoy acostumbrado a un tipo de hotel donde lo insospechado se hace habitual, como es que un señor de negocios que viene en el último avión de Londres quiera tener su camisa planchada antes de salir a cenar o gente que quiere comer a las 3.00.

P. No es tanta estridencia...

R. No, son necesidades. La época de las estridencias ya ha pasado. Ahora los clientes son de todo punto discretos. Recuerdo que hace un tiempo había cantantes, y también árabes, con peticiones queeran una auténtica locura, como cuando querían que se les pintara la habitación de otro color porque no les gustaba, o cosas así.

P. Bueno, hace no mucho, Prince no estaba de acuerdo con el color del piano de su suite...

R. Era blanco y él lo prefería negro. Se lo hubiéramos podido cambiar porque en las dos suites presidenciales tenemos piano, uno en blanco y otro en negro. Hablé con su representante para decirle que era posible el cambio pero que subírselo le supondría un coste de 250.000 pesetas. Él, entonces, frenó.

P. ¿Los clientes que se gastan 300.000 pesetas en dormir en Madrid, qué ocurre, que no les gusta y se esconden en un refugio de altura?

R. Es gente que viene por negocios, o de compras, también artistas, directores de bancos... Sí, creo que a todos ellos les gusta Madrid. Están acostumbrados a hacer el circuito Londres-París-Madrid, y esta ciudad es, en conjunto, la más elegante y tranquila de las tres.

P. Pero los grandes lujos son iguales en todas partes y pueden quitar el carácter a una ciudad...

R. Sí, pero la diferencia es que la fachada del Villa Magna es un gran cristal que da a la calle, y allí se ve a la gente con sonrisa.

P. ¿Es ofensivo hablar de estos precios en unos tiempos tan achuchados?

R. Hay una clientela para ello; por esto también existe Ferrari o un Concorde que va a Nueva York. Además, estos clientes dan mucho trabajo a otros sectores.

P. ¿Se distingue a los nuevos ricos españoles?

R. Sí, claro que se les distingue; hacen las cosas utilizando más viento, generando más ruido; dejan el coche en medio... lo hacen todo así, a lo grande, pero al final del día son excelentes clientes.

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