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El Joventut destroza al Barça

El equipo de Badalona se jugará el título frente al Olympiakos

Robert Álvarez

El Joventut utilizó dinamita pura para meterse en la final de la Liga Europea. Al Barcelona le quedó la cara de tonto del automovilista que de repente, en medio de la autopista y a velocidad de crucero, advierte que no le queda ni una sola gota de gasolina. Escueto, demoledor, impensable, máxime tras una primera parte en la que el Barcelona llevó la manija. La explosión badalonesa duró cinco minutos y dejó el relato visto para sentencia a más de 10 para el final. El Joventut se aupó de un brinco, de un solo pero fenomenal brinco sobre el Barcelona para asomarse a la final. El Barcelona quedó fulminado. Al Joventut le costó sangre y sudor entrar en el partido.El partido no siguió un orden cronológico, normal. Todo empezó y acabó recién comenzada la segunda parte. El largo tramo inicial había sido un mero entretenimiento pero prescindible. Bonito en algunos pasajes, pero absolutamente prescindible. Pueden tenerse en cuenta algunos hechos, al fin y al cabo triviales, pero que tal vez ayuden a comprender por qué el Barcelona dejó que el Joventut prendiera la mecha. Epi cometió su tercera falta personal. Montero y Crespo ya sumaban la misma cifra. Aíto García Reneses creyó oportuno preservar de mayores riesgos punitivos a los suyos. Encargó una zona defensiva 2-3. Y el Joventut prendió la mecha de la mano de Tomás Jofresa.

Empieza a ser el menor de los Jofresa un bombero institucional. Cuando el banquillo huele a chamuscado, no hay compañero que no reclame su presencia inmediata. Y allí está él. Cuanto más altas son las llamas, mayor parece su habilidad para reducirlas. El marcador era 40-34 y el partido ligeramente escorado hacia el bando azulgrana. Y allá que fue Tomás. Dos triples y partido igualado. Y Villacampa, que del manguerazo del chaval recupera la amnesia que arrastraba y se pone a hacer causa común El Barcelona, inerte, como si nada. Tres triples de Tomás, otros tres de Villacampa y el partido roto: 42-51. Habían transcurrido apenas seis minutos.

Aíto, inmutable durante cinco, seis interminables minutos. Mientras su equipo quedaba al desnudo y encajaba un 0-14. Y Tomàs y Villacampa que no se resistían a la tentación de acabar la historia cuando faltaba un buen legajo de páginas.

El retorno a la defensa individual, demandado casi por aclamación, reavivó los últimos rescoldos. El Barcelona llegó a situarse a cinco puntos (49-45), pero para entonces su andamiaje ya pendía sólo de un hilo. Si su defensa era deficiente, su ataque se estrellaba de forma contumaz en su propio error. Montero perdía la brújula y a Massenburg se le ablandaron las manos. Ya no había jugadas ensayadas. Sólo inspiración y ¡sálvese quien pueda!

El Joventut acabó haciendo daño (53-76 fue su máxima ventaja) a un colectivo que buscaba árnica con desesperación. A un equipo que nada tenía que ver con el que entró en situación comiéndose el cuero, con la quinta a fondo, dejando en evidencia la escasa puesta a punto del Joventut para resistir tales embestidas. Los dos equipos intentaron preservar por todos los medios su zona más cercana al aro. Pero el Barcelona lo hizo con una defensa mucho más dinámica e intensa, que le costó muchas faltas pero que impidió que Villacampa y los Jofresa olieran canasta. Thompson fue el que redujo los daños en esos momentos de naufragio del Joventut. Él y el rebote ofensivo. Pero todo eso quedó para los exploradores de un desenlace que -no admite discusión- llegó con la zona defensiva del Barcelona y la dinamita que lanzaron Tomás y Villacampa.

El Joventut afrontará su segunda final europea con la plena seguridad de haberse convertido de forma indiscutible en la mejor alternativa que puede presentar el baloncesto español.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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