Senilidad
Nunca creí que llegaría a odiar a los Beatles, pero últimamente me hallo muy cerca de ese triste sentimiento. Siempre pensé que los años sesenta habían sido interesantes, pero empiezo a pensar que sólo fueron una alucinación colectiva a la que se agarran sus supervivientes para soportar la vida que llevan en los noventa. Fíjense bien: este país está lleno de gente aquejada de senilidad prematura, gente que se refiere a la década de los sesenta como mis tiempos, expresión que, hasta ahora, sólo utilizaban los octogenarios con un pie en la tumba. Estamos a rebosar de ancianos mentales, de abuelos Cebolleta de 45 años que, a la que nos descuidamos, nos cuentan sus batallitas de los sesenta. Deprimidos por la birria de época a la que se enfrentan, se refugian en el pasado (inventado, en gran parte) y dan unas tabarras que convierten los delirantes monólogos de sus padres sobre la guerra civil en interesantes piezas oratorias.Esta pandilla anda muy feliz últimamente con la, al parecer, inminente reunificación de los tres beatles supervivientes. Como sus hijos, que no se van nunca de casa, los tienen machacados a base de Nirvana y Guns 'n' Roses los tipos babean ante la perspectiva de oír un poco de música comprensible. Pero no parecen haberse parado a pensar en lo que puede salir del encuentro.
Seamos serios. Paul McCartney lleva años fabricando unas canciones que dan pena. George Harrison no ha tenido un éxito desde que plagió He`s so fine y la rebautizó como My sweet lord. Y Ringo Starr... ¡bastantes problemas tiene el pobre para no volver a engancharse al frasco! Estos tres caballeros nunca podrán rescatar el estado de gracia que les permitió componer hace dos décadas tantas y tan notables canciones. Pero nuestros jóvenes seniles están encantados: vuelven los Beatles, vuelven los años sesenta, ¿te he contado alguna vez la toma del Odeón?
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