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A sangre fría

El Celta jugará la final de Copa tras remontar un 2-0 en Tenerife

EL PAÍS El Celta jugará la segunda final de Copa de su historia el 20 de abril en Madrid, ante el Zaragoza. Anoche hizo una demostración de sangre fría en Tenerife y remontó dos goles que ponían en peligro la cómoda ventaja de 3-0 que había conseguido en el partido de ida en Balaídos. Supo cambiar de ritmo con mérito y de un sistema de contención claro logró sacar los contraataques decisivos.

Cuando cualquier equipo empieza un partido de vuelta de eliminatoria copera con tres goles de desventaja, todo el tiempo parece poco para intentar remontar. Los 90 minutos pueden ser muchos, pero también pocos si las ocasiones se van desaprovechando de forma continua ante una defensa ordenada del rival. El Tenerife, además, tenía ante sí toda una losa para levantar. El Celta se había convertido en una auténtica muralla para él esta temporada. En los tres partidos disputados contra él, no había podido marcar ni un solo gol. Estaba claro que Chechu Rojo le había cogido la medida a Valdano, cosa nada despreciable ante los logros indudables del técnico tinerfeño.

Canto de cisne

Por todo ello, el gol que Redondo obligó a marcar a Aguilera en una espléndida exhibición de calidad al borde del descanso fue casi como resucitar a un muerto. El gol psicológico, que se dice y en esta ocasión una absoluta verdad. El ex jugador del Atlético fue muy mal sujetado por Oliete y no sólo marcó el primer tanto, sino que propició el segundo cuando aún quedaba partido y eliminatoria. Dertycia, hasta entonces sin acierto, alimentó el soplo de la hazaña. Antes había fallado varias ocasiones, incluido un remate al larguero.

Pero fue el canto del cisne del Tenerife. La sangre fría céltica fue espectacular. Después de jugar a empatar y verse al borde del abismo, supo cambiar el ritmo, sacar a Salva por Oliete para taponar a Aguilera, y en dos zarpazos destrozó las aspiraciones locales. Gudelj, que ya había avisado en la primera parte en un remate que salvó Manolo, fue una vez más el verdugo implacable. En el primer gol, existió la ayuda de un fallo defensivo, pero en el segundo ni eso. Gudelj acabó con las esperanzas locales de dos estocadas.

El Tenerife debía correr riesgos y los pagó. Tras el 2-2, ambos equipos pudieron marcar, pero ya estaba todo guisado. El Celta iba a Madrid y el sueño del Tenerife quedaba frustrado cuando lo rozó y creyó incluso poderlo alcanzar.

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