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Nueva hazaña del Tenerife en Europa

El equipo de Valdano sobrevive a sus errores, con un gran juego de ataque en Atenas

El Tenerife volvió a forzar el destino en un duelo que los dos equipos jugaron al borde del abismo. El grosor del resultado explica el corte del partido, jugado al límite de la emoción, con la clasificación bailando de un bolsillo a otro. El equipo de Valdano fue el único protagonista de la noche. Jugó de manera excelente y marcó tres goles, pero alimentó al Olympiakos con una cadena de errores defensivos, una concesión cada vez más frecuente en un equipo que parece negarse a vivir los encuentros con normalidad: al Tenerife hay que verle con un valium en el bolsillo.El partido ofreció toda clase de situaciones para el Tenerife. Estuvo eliminado con el primer gol de Christensen, tuvo la clasificación en el fantástico tanto de Felipe, vivió en el filo de la navaja tras la segunda ventaja del Olimpiakos y se ganó un enorme colchón de seguridad con el empate a dos. Pero de nuevo se volvió complicar la vida en dos ocasiones, siempre con la mano en el fuego, entre la heroicidad y el desastre. La ruleta del resultado fue excepcionalmente bien asumida por el equipo canario. Siempre mantuvo su línea de juego, en los buenos y en los malos momentos. La faltó atención para desbaratar las contundentes apariciones de Christensen, rigor de los defensas en las escasas oportunidades del Olympiakos (saldadas con cuatro goles y un tiro al palo) y algo más de precisión en el área griega puesto que el partido fue suyo.

La principal cualidad del Tenerife fue su presencia en la cancha. No se desencajó en ningún momento, a pesar de colocarse dos veces en desventaja. El equipo de Valdano se obligó a jugar contra sus errores. Olimpiakos pareció un equipo muy discreto, de corte antiguo, propio de un entrenador como Petrovic, metido todavía en la teoría del marcaje al hombre. Muy cavernario el hombre, como su equipo. El Olympiakos sólo estuvo en el partido por la permisividad de los defensores y el portero del Tenerife, empeñados en dotar de emoción al choque.

La primera aparición de Christensen se saldó con un gol; la segunda, con otro; la tercera, con un tiro al poste; la cuarta, con otro gol. En el carrusel goleador del delantero danés, Ochoterena apareció dos veces en el suelo de forma precipitada. En las restantes ocasiones, Christensen y loanidis cabecearon sin oposición. Pese a las concesiones, el Tenerife sobrevivió, y todo porque bailó al Olympiakos durante todo el encuentro.

Nunca le falló la confianza al conjunto español. Arrancó con un formidable tiro directo de Felipe, desde 35 metros, un remate curvo de los que no se olvidan. La maquinaria funcionaba bastante bien, y desde ese instante mejoró aún más. Algunos futbolistas jugaron a una altura extraordinaria. Ezequiel Castillo fue rocoso en el centro del campo y potente en sus llegadas. Redondo creció en la medida que el partido le necesitaba. Su segunda parte tuvo momentos espectaculares.

Aguilera agujereó el sistema defensivo del Olympiakos en sus escapadas. La agrupación de ellos, más Felipe y Chano, impidió que trascendiera la mala noche de algunos defensas y Dertycia, cuya falta de sutileza en el área fue apoteósica.

Con las virtudes de su juego, el Tenerife borró al Olympiakos y se ganó el derecho a la gesta de Atenas, diferente y a la vez igual que la de Auxerre, incapaz el equipo canario de manejar las medias tintas.

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